martes, 1 de mayo de 2012

Cocinar con los niños

Cuando mis hijos eran pequeños, como todos los niños de estas edades, me seguían a todas partes, en el salón, en el baño, en la cocina - raras veces se querían quedar solos si alguno de nosotros no estaba en la estancia.

Lo cierto es que lo que yo ahora llamo "instrucción nutricional y gastronómica" empezó de la forma más natural y sencilla posible: simplemente porque los niños me seguían todos los días a la cocina cada vez que iba a preparar la comida.

Al principio no hacían otra cosa que jugar con los cubiertos en el suelo - les dejaba para jugar todas las piezas de madera o plástico que tenía en los cajones para no hacerse daño.

Más tarde, con dos o tres años de edad, ya estaban interesados en ver qué hacía mamá tan concentrada allí "arriba" en la encimera, así que les ponía un banquito para subirse y estar a una altura conveniente y les dejaba ayudarme con lo que les apeteciera.

A diferencia de algunos padres que les impiden a sus hijos utilizar ciertas herramientas de cocina yo les guié con cuidado a que se familiaricen con todo lo que les apeteciera.

De esta forma aprendieron a cortar (con cuchillos bien afilados), a pelar, a limpiar y lavar las verduras… y luego a poner a hervir agua en los cazos pequeños, a echar con mucho cuidado las verduras cortadas en el cazo, a batir los huevos para hacer las tortillas, untar el queso o la mantequilla en el pan, a cortar el pan, en definitiva, a llegar a ser más autónomos en la preparación de su propia comida.

Lo bonito y, en cierta medida, lo cómodo fue que este proceso tuvo lugar poco a poco y siempre siguiendo sus deseos de no depender de mí, ya que había veces que yo no podía atenderlos siempre en el momento, me tenían que esperar, y esto les hacía sentirse impacientes. Es decir, la necesidad unida con sus ganas de aprender hicieron el aprendizaje placentero y lógico.

Llegó un momento en el que ya estaban preparados para cocinar solos, pero con ciertos consejos por mi parte: fue un día en el que yo me sentía tan mal por una gripe con fiebre muy alta que no me podía ni levantar de la cama y mi pareja no estaba en casa. Mis hijos tenían unos 11 y 9 años, respectivamente, y lo que hicimos para que ellos preparen su cena - una pequeña ensalada y pasta con salsa de tomate - fue repartirnos: yo les daba direcciones desde la cama y ellos, con bastante cuidado, seguirlas en la cocina.

Aquello fue un éxito; ellos estaban tan encantados por haber logrado preparar su propia cena sin ayuda adulta que luego quisieron repetir cada vez más la experiencia, lo que supuso para mí también una gran ayuda en la cocina.

Hoy en día son ellos los que nos preparan la comida muchas veces; tienen sus preferencias y no se atreven con cosas muy complicadas, pero, aparte de que ya no dependen tanto de nosotros para alimentarse han desarrollado dos rasgos esenciales: el primero es que son muy creativos en la cocina, les encanta experimentar y dominan muy bien ciertas técnicas básicas, necesarias en cualquier persona que desea cocinar para su familia; el segundo es que tienen ya una educación nutricional de alto nivel y cada vez procuran informarse para estar al día con lo más actualizado sobre la salud y la alimentación.

Y – en caso de que alguien se pregunta - por supuesto que les enseñé a recoger después de cocinar, ya que un buen cocinero siempre es también ordenado, ¿no?

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