viernes, 18 de mayo de 2012

A vueltas con dar ejemplo.


El tema del “ejemplo” no es la primera vez que sale en estas páginas; ya se ha hablado en otras ocasiones de lo importante que es tener en cuenta todas esas cosas que hacemos, generalmente sin darle mucha importancia, y a través de las cuales transmitimos conceptos y actitudes. En educación se llama “currículum oculto”; para la familia no existe un nombre para definir este concepto, pero seguro que todos recordamos ese famoso anuncio de hace unos años de :”si tú lees, ellos leen”. Las abuelas de antaño tenían el concepto claro, pero lo aplicaban a la inversa ¿a nadie le han dicho eso de “haz lo que yo diga y no lo que yo haga”? Pues eso.

La mayoría de las familias tienen este concepto en su cabeza a la hora de afrontar la educación de los hijos, se intenta dar ejemplo: papás y mamás se reparten las tareas de la casa, se habla en voz suave, no se falta el respeto. Por suerte, cada vez a más gente le llaman negativamente la atención algunos comportamientos habituales en los que no se corresponde el mensaje emitido con las formas, tal como el consabido: “¡¡TE HE DICHO QUE NO ME GRITES!!” o el castigar con unos azotes cuando un niño levanta la mano.

Esto es una buena noticia, el no centrar la transmisión de los conocimientos sólo en la enseñanza explícita ofrece posibilidades casi infinitas para la crianza, que tradicionalmente han estado ahí pero que se han visto aparcadas a causa del auge del conductismo (el “conductismo fashion”, tal como lo define Rosa Jové). Sin embargo, los padres no terminan de ser conscientes del tremendo poder, y a la vez, enorme responsabilidad que supone ser ejemplos para las criaturas.

Sin embargo me vienen a la cabeza en esta ocasión muchos ejemplos en los que las madres o padres se ven enfrentados a situaciones a través de los cuales se conforma la personalidad de nuestro hijo y que se desaprovechan a causa de los propios miedos o carencias personales. Casi todas las madres, y seguro que muchos padres que lean estas líneas se habrán visto enfrentados alguna vez, por ejemplo, a alguna prueba médica de sus hijos en la que no le dejaran estar presente, a alguna vacuna sobre la que pidieran más información antes de su inoculación, o simplemente a la petición de más información sobre pautas alimenticias, o incluso la defensa de una lactancia prolongada ante personal médico (matronas, pediatras, enfermeros/as). Es muy probable que ante una autoridad (y el entorno médico otorga ese poder a casi cualquier persona que lleve una bata) la mayoría de los padres duden, titubeen o cedan ante algunas peticiones que se hacen para mantener el orden hospitalario pero que no necesariamente tienen en cuenta al menor (últimamente he escuchado casi de todo, incluido un intento de traslado durante cientos de kilómetros a un niño herido, con la excusa de que el seguro de las ambulancias no cubre al acompañante). Los niños confían en sus padres, y tal cómo ellos confíen en su criterio y sepan defender de forma asertiva sus derechos, así los menores lo integrarán y lo ejecutarán en su vida cotidiana. No es lo mismo ser sometidos a una prueba médica tras ver que sus padres han peleado su derecho a acompañarle de forma razonada y equilibrada, que hacerlo dejando a sus padres llorando desconsolados, o tras un enfrentamiento “feo” con el personal médico. No es lo mismo estar solo que sentirse solo, de la misma forma que no es igual sentir dolor que sufrir dolor.

De todas formas, no hace falta esperar a tener un trance médico para poner a prueba la capacidad de defender a los pequeños, cuantas veces, a diario, los padres dudan cuando:

-      Hay cierto conflicto en el parque y no se quiere intervenir pareciendo excesivamente protector o exagerado.
-      Alguien hace preguntas a los niños que le desagradan y no se cortan de raíz (“¿a quién quieres más?”, “eres demasiado mayor para tomar teta”, o “si no me das un beso me pongo a llorar y me voy con otro niño”)
-      El maestro aplica métodos que van más allá del nivel de tolerancia de la familia y se hace la vista gorda por no discutir.

No me gustaría transmitir la idea de que siempre tengamos que salirnos con la nuestra, pero sí hacer ver que tal cómo los niños vean resolver conflictos incómodos, ellos van a ir interiorizando distintas oportunidades y modos de actuación, cuántas más mejor, y así construir una personalidad sana y vital. 

Beatriz Coronas, psicóloga

2 comentarios:

  1. Maravilloso artículo, como todos los de esta mujer!!!

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  2. Que lindo y cierto, me encanto el de la escuela, nosotros nunca nos cansamos de pedir respeto a nuestros hijos, al no conseguirlo y descubrir el HS optamos por sacarlas. En nuestro caso ha sido la decisión mas acertada

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