Todos sabemos lo importante que es el ejercicio físico para la salud, pero lo que pocos se dan cuenta es lo primordial que es el juego físico para la motricidad, el crecimiento y desarrollo de los niños.
De pequeña
era una niña muy inquieta y tuvimos la suerte - me refiero a todos los de mi
generación - que el horario de la escuela primaria era mínimo en aquel entonces
(3-4 horas lectivas por la mañana y nada más). Eso sí, fuimos la generación de
"la llave colgada del cuello" porque a las 12 h del mediodía,
cuando volvíamos a casa, muchos nos quedábamos solos porque nuestros padres
trabajaban hasta las 4 de la tarde; aún así todavía les quedaba tiempo para
estar con nosotros, salir al parque juntos, charlar... También es verdad que
pronto aprendimos - y se nos permitió - ir al parque solos y jugar y correr y
saltar y brincar y trepar árboles o columpios todas las tardes, desde que
empezaba el buen tiempo. Recuerdo con gran cariño aquellos tiempos, los juegos
que nos inventábamos, las canciones que cantábamos, y, sobre todo, la extrema
actividad física que desarrollábamos en nuestros juegos - hecho del que me
percaté y valoré solamente después de tener a mis niños. Casi todos mis compañeros
eran delgados (en mis clases de primaria, secundaria e instituto sólo recuerdo
a uno o dos compañeros un poco más rechonchos), todos tenían bastante buena
postura, buena salud y resistencia física. Me he vuelto a ver con algunos
ahora, 30 años después y la mayoría sigue con esta postura y conservan la
figura aunque tengan la línea específica para su edad y tengan una talla o dos
más que antes.
Doy
todos estos detalles para destacar la gran diferencia que hay entre el
ejercicio-juego físico que teníamos entonces y la gran libertad horaria para
jugar fuera de casa comparado con las escasas horas de juego y la poca libertad
que tienen los niños hoy en día.
Parece
mentira que los expertos declaren siempre que la actividad física es importante
y, sin embargo, los horarios y los contenidos académicos se establezcan de tal
forma que no quede tiempo para casi nada más. Si a esto sumamos las actividades
extra escolares académicas nos quedamos con muy pocas horas semanales libres
para hacer ejercicio físico libre. Insisto en esta libertad de juego porque es
la que ayuda a desarrollar la creatividad y la flexibilidad físicamente
hablando - no es lo mismo jugar siempre al tenis o al fútbol, con sus reglas y
siempre las mismas, y con ciertos movimientos que siempre se repiten, que
inventar diariamente nuevos juegos, inventar las reglas, adaptarse a los
movimientos específicos de cada uno (en uno hay que girar, en otro hay que
saltar, en otro trepar, correr, quedarse colgado de una barra, moverse con
cuidado y rapidez en un columpio que gira, en otro tirar y atrapar una pelota,
hacer carreras…) Los movimientos físicos en este caso son infinitos y lo
verdaderamente emocionante es la motivación que tiene cada niño para llevar a
cabo lo mejor que puede todos estos juegos motrices. De esta forma se
desarrolla sin querer una estructura ósea y muscular muy sana, aparte de que el
crecimiento del cuerpo suele ser más armonioso y equilibrado. Por supuesto que
los niños que van a actividades deportivas organizadas también tienen un buen
desarrollo físico y van a estar sanos, pero es distinto, porque los deportes de
este tipo moldean el cuerpo de forma más específica.
Aparte
de esta ventaja incontestable del juego y del ejercicio físico no impuesto o
informal también quiero llamar la atención sobre un aspecto que no se suele ni
nombrar: la gran, enorme diría, cantidad de energía que tienen TODOS los niños
sanos. Desmond Morris decía que, si un adulto intentara correr, saltar y trepar
al lado de un niño al ritmo del pequeño, a los dos minutos acabaría agotado y
casi sin aire, no sólo por la falta de entrenamiento (creo que ni un deportista
podría seguir el ritmo de un niño de 10 años jugando con sus amigos en un
parque, en el monte o en la playa), sino sobre todo porque los adultos tenemos
bastante menos energía que gastar, simplemente nuestras necesidades de
movimiento se reducen a partir de los 20-25 años con las ventajas o desventajas
que ello conlleva. Desde mi punto de vista esta necesidad biologica de
movimiento es la manera de la naturaleza de asegurarse de que el cuerpo se
desarrollará de forma equilibrada y fuerte.
Lo
preocupante es la poca importancia que se le da en la realidad a esta necesidad
biológica que se mantiene viva desde que nacemos hasta el final de la
adolescencia. De hecho se llega a la situación casi perversa de medicar a los
niños que tienen "demasiada" energía para "calmarlos"
interfiriendo de esta forma con uno de los mecanismos biologicos más potentes
para el desarrollo sano del cuerpo.
Los
problemas suelen empezar más tarde, en el periodo adulto, bien por obesidad no
deseada, bien por malas posturas, o directamente estructuras óseas o
sistema muscular débil.
Es por
eso que siempre dejé a mis hijos jugar, saltar, correr, ir en bici o trepar en
los parques, en el monte, en la playa, en el jardín (cuando vivimos en casas
con jardín) o en la calle (cuando vivimos en pisos); desde luego no fuimos los
padres miedosos que imponen a sus hijos límites absurdos. El resultado son dos
adolescentes con una buena figura, bastante resistencia ante los esfuerzos físicos
normales y suficiente flexibilidad para no tener tensiones en el cuerpo y para saber relajarse cuando lo necesiten.
Y es por ese motivo mi deseo que todos tengamos claro - sobre todo los "expertos" que diseñan el programa escolar - que el aprendizaje de un ser humano
comprende también esta parcela de cuidar su propia salud; pero, para
que este aprendizaje pueda tener lugar, somos nosotros, los cuidadores de los niños,
los primeros que nos ocuparemos de su salud permitiéndoles desarrollarse a través
del juego y ayudándoles canalizar su enorme y maravillosa energía en un
crecimiento sano y armonioso.
Que suerte de horario tenías. Aquí era de 9 a 12 y de 3 a 5. Justo el mismo que tiene mi hija. Menos mal que tenemos un clima amable porque el tiempo para jugar es tan limitado...
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