Cuando empezamos a educar en casa el motivo del que fui más consciente fue el hecho de ser familia bilingüe y desear cuidar la transmisión (casera) de mi idioma materno. Los otros motivos no confesados - porque ni yo misma era consciente de ellos en aquel momento - eran nuestros deseos de disfrutar de nuestros hijos y ellos de nosotros, mi convicción de que con estas edades todavía necesitaban a sus padres y su protección mucho más de lo que admiten los "expertos" convencionales y mi desconfianza subconsciente hacia el sistema educativo actual.
La sorpresa es - ¡hace unos años, cuando tomé consciencia de ello para mí eso fue una verdadera revelación! - que yo también aprendí muchas cosas importantes e interesantes en este proceso.
Aprendí que a lo largo del desarrollo de esta experiencia todos aprendemos y estudiamos y practicamos desde todos los puntos de vista, emocional, intelectual, familial y social.
Aprendí que no existe una relación de educación-aprendizaje verdadera si no nos respetamos recíprocamente.
Aprendí que la madurez y el sentido de la responsabilidad no vienen con los años, sino por las experiencias vividas ....
Igualmente la disciplina no se impone desde fuera, sino que se forja lentamente desde dentro aunque en este proceso se reciben importantes retroalimentaciones que actúan como estímulos para que los propios miembros de la familia sean los protagonistas, cada uno desde su punto de vista.
Aprendí que aprender no es responsabilidad sólo de los niños, sino de los padres también, que hay que contestar a las preguntas aunque a veces la respuesta empiece por "No lo sé" y siga con "Déjame mirarlo en un libro, en Internet, o déjame preguntarle a otra persona"… y no hay que dejar solos a los niños en el proceso de descubrimiento del mundo, pero tampoco hay que atosigarlos, ni cortarles las alas y los sueños, ni empujarlos antes de que estén preparados.
Aprendí que, por muy pequeña que sea la criatura a la que cuidamos, hay que respetarla, y hay que cubrir sus necesidades y respetar sus procesos de maduración, crecimiento y aprendizaje.
Y aprendí que no hay que tener miedo a equivocarse, que hay que colaborar y acompañar y las cosas siempre salen bien - ¡aunque no de la forma esperada! - porque se aprende de cualquier situación y conflictos: se aprende cómo solucionar los problemas, cómo resolver un conflicto, cómo encontrar una salida a algo que parecía bloqueado.
Aprendí a ser optimista y realista a la vez y a transmitirle esto a mis hijos para que aprendan a ver la vida de una forma sana y armoniosa, a pesar de todos los problemas existentes.
Aprendí a pedir perdón cuando me equivoco o me enfado sin razón para que mis hijos sepan que sus padres son humanos y también son sus amigos y compañeros.
Y aprendí que la educación emocional y los valores morales y éticos no se aprenden con lecciones y palabras, se transmiten con actitudes y hechos: simplemente el ser buena persona, dar lo mejor de ti mismo en todas las ocasiones y cuidar tu propio comportamiento como padre es la mejor "lección" para los hijos y vale más que mil palabras.
Sorina Oprean
No hay comentarios:
Publicar un comentario