viernes, 4 de enero de 2013

Cómo aprendieron a leer mis hijos

Cada vez más se cuestiona el método tradicional de enseñar a leer, con las letras y las sílabas y los ejercicios repetitivos de lectura - por ejemplo, sabemos que aparte de ser aburrido para muchos niños, también es un método contraproducente para los niños disléxicos. De hecho hay varias técnicas distintas que ayudan a los niños a comprender el mecanismo de la lectura y he visto, por supuesto, muchos niños que simplemente aprenden a leer y a escribir solos.
En nuestro caso, mi hija aprendió a leer, pero con cierta dificultad, porque yo intenté imponérselo. Le enseñé las letras ya desde que tenía los cuatro años, y se lo decía y enseñaba todos los días, con un motivo u otro, teníamos un gran cartel con el alfabeto, una mesita con unos dibujos y letras impresas, y yo le intentaba hacer comprender que se tenían que juntar; a veces se lo escribía, otras se lo leía.
El resultado no fue el esperado, ya que ella no entendía lo que yo le quería enseñar porque seguramente no tenía todavía la madurez necesaria para comprenderlo. Probablemente por este motivo ella tardó más en empezar a leer; tenía siete años cuando realmente comprendió el proceso un día estando en la cocina y jugando conmigo con las letras magnéticas en la puerta de la nevera. Había cogido yo una C y ella la reconoció - se sabía perfectamente todas las letras, pero no era capaz de juntarlas - y luego añadí una A y le dije "ca".
Se le iluminó la cara, lo había entendido por fin, y de repente empezó a leer todo lo que pusimos luego en la puerta de la nevera.
Con mi hijo el proceso fue al revés, casi. Con él ni quería, pero tampoco me dio tiempo para aburrirle con las letras porque simplemente se las aprendió él, no sé cómo, ni cuando, simplemente así, sin preguntar nada. Sospecho que el hecho de vernos a mí y a la hermana tan afanadas con las letras le inspiró y las aprendió sin querer. Lo cierto es que un día, con 5 años, me enseñó un papelito y me dijo, "Mamá, he escrito PLANETA". Estaba muy orgulloso y yo lo leí casi sin creérmelo y efectivamente, había escrito la palabra PLNETA - le faltaba la A. Le pregunté, "¿Cómo lo sabías?" y me contestó, "No lo sé, lo he escrito". Lo que me llamó la atención fue que durante mucho tiempo escribió las letras, las cifras, las palabras o incluso frases enteras al revés, en "el espejo". Lo escribía todo correctamente y también leía sin problemas, pero lo que garrabateaba él era al revés. No le presioné con ello, lo dejé en paz, pensé que era una etapa más en el proceso, le comenté alguna vez que sería mejor, sin embargo, escribir de izquierda a derecha y él me preguntó preocupado, "¿Por qué, es incorrecto lo que escribo?". Le contesté que no, en absoluto, que todo está perfecto, que nosotros en la familia leemos todas sus frases, pero que a muchas personas les costaría mucho entender lo que él escribe si lo hace al revés y, como su objetivo es que la gente lea sus palabras, sería más fácil que escribiera de alguna forma que los demás puedan leer.
A partir de allí la lecto-escritura no presentó más dificultades. Al año siguiente compramos un libro de Ibáñez de "Mortadelo y Filemón" - habíamos ido a la presentación de sus libros y queríamos una firma del autor que estaba presente, así que compramos rápido un volumen - y les encantó tanto la experiencia de conocer al autor, los dibujos, el hecho de que todo estaba escrito con letras mayúsculas y, por lo tanto, en aquella etapa les resultaba mejor para leer, que se aficionaron para siempre a los libros de Ibáñez y, en general, a los cómics.
Al poco rato ya se habían familiarizado con todo tipo de letras y empezaron a leer otros libros, sobre todo cuentos y novelas. De hecho, lo hermoso fue que también empezaron a escribir ellos cuentos y libritos, con ilustraciones y todo.
Evidentemente nada de esto habría pasado si nosotros no hubiésemos tenido en casa libros y no nos hubiesen visto leer a menudo, es decir, sin los estímulos necesarios.
Ya en sí leer es una necesidad hoy en día, y es obvio que los niños, más tarde o más temprano aprenden  a leer, lo interesante es facilitar este proceso apoyándolo cuando tenga lugar; no hace falta ni obligar al niño a aprender cuando no está preparado para ello, ni - como he oído en algunos casos - frenarlo con el pretexto de "es demasiado pequeño para leer". No hay una edad estándar para ello, cada uno empieza el proceso de aprendizaje de la lecto-escritura cuando está preparado y tiene la madurez suficiente. Me doy cuenta de que, si yo no hubiese forzado el proceso, mi hija habría aprendido a leer sola y casi sin esfuerzo, como le ocurrió a mi hijo.
Además, en el caso de los niños que necesitan aprender a leer de otra forma - como los que son disléxicos - el proceso o el apoyo y los materiales no pueden ser convencionales, ya que necesitan físicamente ver las letras en el espacio, en tres dimensiones, no les sirve verlo sobre papel sin más. Hay algunas técnicas de "fabricar" letras de plastilina que ayudan mucho a los niños disléxicos. Se recomienda, en su caso, a que jueguen mucho con estas letras, que las toquen y las preparen y arreglen ellos sobre una tabla para ir acostumbrándose a la idea de que una letra puede ser un símbolo, pero también algo físico, y lo relacionen con el sonido respectivo.
Sobre todo y en cualquier caso, no hay que forzar nada, pero sí apoyar el proceso cognitivo cada vez que se manifieste. A los padres nos cuesta mucho no imponer nuestra manera de ver las cosas, pero créanme, es más fácil apoyar que imponer, y, a la larga, es mucho más sano para todos.

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