Cuando hablamos de educación es habitual que todos nos llenemos la boca hablando de respeto, empatía, libertad, etc. ¿Pero entendemos bien lo que implica una educación verdaderamente respetuosa, basda en la empatía y donde la libertad es no solo una herramienta, si no un objetivo?
Libertades hay muchas, y a veces es difícil distinguir entre acciones que conducen a dar a nuestros hijos verdaderas herramientas de libertad y creación de criterio propio, y otras que en el fondo hacen que el niño se sienta inseguro y no pueda forjar su personalidad de forma sana.
Es necesario conocer las claves de lo que llamaríamos la "Trampa de la falsa libertad" para no caer en ella. ¿Cuales son?
- Confundir respetar las necesidades de tu hijo con su búsqueda de límites. Muchas veces creemos que los niños han de ser tan libres, que somos capaces de no poner límites, creyendo que estamos respetando sus necesidades vitales cuando no es así. Hay que observar al niño y discernir si X acción es una necesidad real y/o vital del niño, o si solo es una búsqueda de límites para saber por donde ha de ir, y tener unas coordenadas claras de por donde, y cómo, moverse, en uno u otro entorno.
- Pensar que cualquier niño se autorregula de forma natural si tiene la oportunidad. Eso equivale a pensar que todos los seres humanos somos iguales, y no es así. Hay niños que se autorregulan de maravilla en muchas cosas, otros que en algunas, y otros que en ninguna, exactamente igual que pasa con los adultos.
- Creer que los niños siempre van a demandar de una forma u otra lo que necesitan, como si ya tuvieran todo tipo de herramientas comunicativas para expresar sus anhelos, necesidades y deseos, y que por lo tanto no debemos preocuparnos, que si ellos necesitan algo ya nos lo harán saber. De hecho hay adultos que no logran verbalizar lo que necesitan o demandan, así que no pensemos que los niños tienen un don superior que hace que sí lo logren en la forma que sea sin más.
¿Cómo podemos evitar caer en estas trampas?
- Observa a tu hijo, cuando tengas dudas sobre un comportamiento suyo, habla con él. Si ves que actúa de forma perjudicial para él, otro niño o adulto, o para el entorno, sepárale un momento del espacio en el que se dearrolla la acción y explícale porqué no es bueno que haga X cosa, incide en sus sentimientos o los de la otra persona, o háblale de la importancia de cuidar y respetar el entorno. Empatiza con sus emociones, y desde la comprensión explícale lo que sucede, y los límites que es necesario respetar en esa situación concreta. Tu hijo lo agradecerá, y los demás también.
- De nuevo, observa a tu hijo. ¿Se duerme a una hora razonable para su bienestar al día siguiente? ¿Sabe cuando dejar de hacer ciertas cosas? ¿Te pide que le des un baño sin que tú tengas que decir ni pío? ¿Sí? ¡Maravilloso! Disfruta de ello. ¿No? Ayúdale. Tu hijo merece estar descansado, relajado, bien comido, y alegre, y todo eso es responsabilidad tuya, no de él que es un niño. No confundas educar en libertad con la dejadez de tus responsabilidades.
- Debes estar atento a tu hijo, a sus cambios de humor, y entender que siempre que tiene una reacción que te resulte extraña esconde algún sentimiento, emoción o necesidad que ha de atenderse. No siempre va a saber decir lo que le pasa, pero tú puedes ayudarle con preguntas concretas, invitándole a dibujar, y fundamentalmente estando presente.
Los niños para poder educarse en libertad necesitan sentirse seguros, saber que si todo falla no es su responsabilidad, y que van a contar con límites claros, y entornos sociales definidos en los que moverse.
Educar al niño al estilo de "El Señor de las Moscas" no tiene nada que ver con la libertad, para ser libre has de poder desarrollar un criterio propio de forma firme, y para eso has de sentirte seguro y acompañado en tu infancia para poder desarrollar plenamente tu personalidad y disfrutar de una adultez realmente libre.
Libertad es poder ELEGIR, y para elegir hay que tener la oportunidad de ello, no solo de forma circunstancial, si no sobretodo a nivel emocional e intelectual. No se trata solo de decidir, si no también de aprender a descartar y a elegir, y eso solo se puede desarrollar en un entorno cuidado, con adultos cariñosos y empáticos que se preocupan y responsabilizan del bienestar del niño y que hacen que su CRECIMIENTO en el más amplio de los sentidos sea compatible con la vida cotidiana en la sociedad en la que viven, garantizando su integridad moral y física, y sin delegar en él funciones que pertenecen a los adultos y no a los niños.
Azucena Caballero
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