Así como en el último artículo comentaba lo importante que es el ejercicio y el juego físico para los niños, esta vez me centraré en la vista y en cómo cuidar los ojos en una sociedad en la que casi el 100% de la educación se basa en lectura y escritura.
Hoy en día hay muchos niños con problemas de vista, sobre todo a partir de 12-14 años - de hecho, sabemos por las estadísticas que la miopía es el fenómeno más importante desde el punto de vista estadístico y es el problema visual más común en el mundo ya que aproximadamente un cuarto de la población adulta de los países occidentales tiene miopía. En países como Japón, Singapur, China y Taiwan hasta una de cada tres personas adultas lo padece y casi un 80% de los jóvenes que acaban el instituto llevan gafas lo que ha hecho que algunos investigadores lancen la hipótesis de que en los pueblos asiáticos hay una predisposición genética.
La idea común es que eso no importa demasiado, que con un par de lentes la vista se compensa, como si los ojos fuesen un aparato al que se añaden unas piezas más.
El problema radica en que los ojos no son cámaras fotográficas independientes, son parte del cuerpo humano y, por lo tanto, cuando hay un problema se debe tratar de forma holística para remediarlo.
Hagamos un poco de historia. Los primeros anteojos de présbita aparecieron en Europa - en Venecia - hacia finales del siglo trece. Y los primeros anteojos de miopes se fabricaron cuatro siglos después; y eso en las condiciones en las que existía técnica suficiente para poder fabricarlos desde mucho antes.
Curiosamente - acercándonos mucho más a nuestros tiempos - entre los esquimales, por dar un ejemplo, la miopía era desconocida hasta que se introdujo la instrucción en masa.
Y mientras en el Occidente casi el 100% de la población anciana sufre de presbicia y no puede leer sin gafas se da la paradoja de que los viejos de Ecuador, de los Himalayas, Hunza o Vilcabamba - todas poblaciones conocidas por su longevidad - prácticamente no sufren de ella; igual que algún que otro anciano de nuestros campos.
Todos esos hechos nos llevan a preguntarnos si, más que una predisposición genética, no es acaso la cultura en la que nos criamos, sus valores y lo que hacemos o no hacemos, lo que nos influye en cuánto y cómo vemos.
Algunos estudiosos del tema avanzan una hipótesis interesante: la lectura - un prolongado esfuerzo visual de cerca - favorece claramente la miopía y empeora bastante la hipermetropía, la presbicia y el astigmatismo. Si unimos este hecho al otro que descubrieron unos investigadores de la Universidad Sun Yat-sen en Guanzhou (China), a saber, que la exposición a luz solar puede reducir la progresión de la miopía lo que, por contra, hace que en invierno se agrave esta deficiencia visual y a otras investigaciones previas en Dinamarca que apuntan hacia el deterioro de la miopía en los meses del curso escolar, sobre todo al tratarse de aulas en espacios cerrados, es quizá lógico que pensemos que la manera de aprender y estudiar puede empeorar la vista. El fenómeno además aumenta si sumamos a la ecuación la concentración necesaria para llevar a cabo todas las tareas relacionadas con el estudio, proceso que, a su vez, es favorecidos por estructuras sociales y formas educativas rígidas y orientadas hacia un objetivo.
Veamos, las horas que pasan nuestros niños en las aulas, más los deberes que tienen que hacer en casa por las tardes, más las horas de estudio de las extraescolares (no olvidemos que no todas son deporte o actividades al aire libre, muchas son clases de refuerzo, de lenguas o de actividades también intelectuales) nos llevan a ver fácilmente que nuestros niños no pasan suficientes horas al aire libre, al sol o, por lo menos, descansando la vista de lecto-escritura o de pantallas de TV u ordenador.
Un hecho quizá polémico es que los campesinos analfabetos normalmente ven muy bien.
Por supuesto, no se trata de dejar analfabetos a nuestros hijos, ni mucho menos, pero es nuestro deber de padres cuidar este aspecto y propiciar que los niños descansen la vista cuánto más posible, salir a hacer actividades al aire libre o simplemente dejar vagar la mirada por las ventanas diariamente. Y desde luego reducir al mínimo las actividades que requieren concentrar mucho la vista a distancias cortas (20-30 cm, lo típico para la lecto-escritura) - es decir, estudiar y trabajar, pero sin exagerar. Si ya en el colegio el 90% del tiempo lo usan sólo en concentrar la vista, lo normal sería que en casa esta actividad se redujera a casi un 10% y que los niños disfruten de actividades físicas más libres y movidas, esto ejercitaría los músculos y el cuerpo, en general, pero también propiciaría los movimientos libres, no concentrados, de los ojos.
Algunos padres son conscientes de que los deberes que tienen los hijos para hacer en casa les impiden a estos tener tiempo libre para ellos y para actividades lúdicas o simplemente para descansar; de hecho, el año pasado los padres franceses se declararon en huelga de tareas escolares quejándose de otros aspectos (tensiones en la familia, se alarga innecesariamente la jornada escolar, los deberes son antipedagógicos y no sirven para nada), pero obviamente podemos añadir que también perjudican la salud de los niños al impedirles relajar la vista y la mente, sosegarse, jugar e interactuar con el resto de la familia.
Para ayudar a los que ya tienen problemas de vista, aparte de estos sencillos consejos que acabamos de ofrecer, es útil también el auto masaje cotidiano en los puntos relacionados con la vista y la gimnasia ocular diaria. Si ya se llevan gafas, quitarlas cada cierto tiempo y hacer pequeños ejercicios con los ojos intentando pasear la vista por distintos puntos de la casa o fuera dando un paseo sin ellas, suele ser muy benéfico para los ojos. Hay que tener en cuenta que los anteojos funcionan para el ojo como las muletas para la persona con dificultades de caminar. Si no se intenta caminar también sin ayuda, sino que siempre utilizamos las muletas, llega un momento en el que nos volvemos dependientes de ellas y cada vez tendremos menos movilidad. Muchas personas que llevan gafas se quejan de que, al año o a los dos años de llevarlas ininterrumpidamente, sus dioptrias han aumentado, y es lógico si lo miramos desde este punto de vista ya que no ejercitamos los ojos (es decir, los músculos que los mueven) y es normal que cada vez trabajen menos.
Frecuentemente muchas personas que empiezan a practicar estos ejercicios llegan con el tiempo a la conclusión positiva y nueva que uno puede cuidar con amor sus propios ojos y les puede ofrecer experiencias agradables - es una buena actitud para recuperar la vista o para mantenerla en buenas condiciones.
Y, por último, cuidar la propia salud es también parte de la educación que ofrecemos a nuestros hijos; compartir y comentar con ellos todos estos aspectos es importante para su aprendizaje.
Sorina Oprean
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