Hay veces que los padres no
nos damos cuenta y nos dejamos llevar más por las presiones sociales que por
las necesidades reales de nuestros hijos. ¿Cuántas veces nos han dicho "no
lo cojas en brazos que se acostumbra", "enséñale ya a acostumbrarse
sin pañales", "hay que llevarlo a la guardería", "llévalo a
un especialista, no es normal que no sepa tal y cual cosa", …?
De repente tus familiares,
tus amigos, incluso algunos conocidos o médicos y profesores, se transforman
como por arte de magia en grandes "especialistas" en niños y, en
concreto, en tus hijos. Tú, como madre, evidentemente, sabes que ellos desean
vuestro bien, y estás igual confusa porque piensas que ellos tienen experiencia
de vida, han criado a sus hijos o conocen otros casos, o han estudiado una
carrera y saben probablemente cosas que tú no sabes…
Pues no, CRASO ERROR.
Uno de los errores más
grandes que podemos cometer como padres es creer que los demás pueden saber MEJOR que nosotros
qué necesita nuestro hijo.
Me gustaría dejar claro que
nadie puede evaluar mejor que nosotros cuáles son las necesidades de
nuestros hijos, siempre y cuando somos unos adultos responsables que
convivimos lo suficiente con ellos y les seguimos mínimamente sus intereses.
Es decir, ningún
especialista puede saber mejor qué sabe, qué le gusta, qué le duele, qué odia o
qué necesita tu hijo. Otra cosa es que, una vez que sepas todo esto, necesites
quizá en algún momento unas ayudas puntuales que te puedan prestar familiares,
amigos o profesionales. Por dar unos ejemplos muy banales: sabemos siempre
cuando nuestros hijos están enfermos o cuando tienen unas habilidades
especiales para ciertas actividades o simplemente cuando necesitan un corte de
pelo. ¿Qué hacemos? Solemos ir a un especialista para que nos oriente cómo
mejorar su estado de salud, cómo sacarle mejor partido a sus habilidades y
talentos o directamente cortarles el pelo.
Pero somos siempre los
padres los que evaluamos, sabemos y tomamos la decisión, después de sopesar
las informaciones recibidas acerca del tema consultado. Los especialistas no
deben decidir por nosotros o por nuestros hijos, simplemente nos
deben dar informaciones adecuadas y nosotros luego tomar la decisión que nos
parezca más adecuada en función de las necesidades estimadas. Por así decirlo,
los especialistas son nuestros guías, no nuestras cabezas.
No me canso de señalar lo importante que es que los padres se informen cuánto más posible en todas las áreas
relacionadas con la crianza y la educación, en general; son informaciones que
igual pueden ser contradictorias (cuántas veces me he encontrado yo con datos
positivos o negativos sobre un mismo tema), pero que pasados por el filtro de
nuestros criterios nos ayudan al final a formarnos una opinión y a tomar
decisiones sopesadas cuando haga falta. ¿Que nos podemos equivocar incluso así?
Es posible aunque mucho más difícil; aún así, las personas suelen tener la
satisfacción de haber decidido en conocimiento de causa y saber que nadie - nadie
- podía haber tomado mejor decisión con las informaciones vigentes en un
momento dado. Es más, la mayoría de mis conocidos lamentan haberse dejado
llevar por otros a la hora de decidir cosas importantes de sus vidas o de sus
hijos.
Por lo tanto, ¿cómo
mantener nuestra atención en los hijos y en sus necesidades? El título de mi
entrada lo dice en alguna medida: porque son muy importantes, son seres humanos
en desarrollo, son personas con emociones, deseos, necesidades afectivas y
fisiológicas, talentos y gustos… en este sentido son nuestros iguales y
necesitan toda la atención posible por nuestra parte; necesitan que les hagamos
caso a ellos, no a otros.
Lo ideal sería mantener una
actitud abierta ante las informaciones que recabamos o recibimos,
pero siempre pasarlas por el filtro de nuestro sentido común. Si algún familiar
o especialista nos viene a dar un consejo (a veces no deseado) agradecerle,
pero sopesar o - si hace falta - consultar con terceros o buscar literatura de
especialidad, antes de correr a hacerles caso y a tomar una decisión en contra
de las necesidades reales de nuestros hijos sólo porque lo dice "mi
padre" o "el médico" o "un profesor".
Además muy a menudo no tenemos en
cuenta que lo que para otros constituye un "problema", para nosotros
no lo es en realidad: muchos abuelos se quejan de que los nietos juegan
demasiado o hacen mucho ruido o comen poco porque "en sus tiempos eso era
inaudito", y los padres, sin pensar siquiera que los tiempos han cambiado
y que los hijos están felices jugando o corriendo y haciendo ruido en sus
propias casas sin molestar realmente a nadie, o que sus hijos están sanos
comiendo menos, ya en seguida intentan hacerles caso a los abuelos y a lo mejor
fuerzan a los pequeños a jugar menos o a comer más. También muchos profesores
se quejan de que los niños tienen demasiada energía y se ha llegado a
cierto paroxismo ya con la moda de diagnosticar ahora a cualquier niño de
"hiperactivo" sin tener en cuenta las necesidades motrices de los niños
de ciertas edades y sin ponerse a pensar que hoy en día los niños están tantas
horas sentados (en el colegio y en las clases extraescolares) que lo extraño es
que no exploten. Lo ideal en este caso sería buscar la manera de permitirle al
niño que tenga más tiempo para actividades físicas: juegos con compañeros,
salir al parque, alguna actividad deportiva no competitiva…
Otros temas que atraen
"expertos aficionados" de nuestro entorno que apartan nuestra atención
y nos hacen darle menos importancia a las necesidades reales de los niños
- la lactancia: a mí
me dijeron mil veces que deje de amamantar porque "los niños ya tienen más
de un año"; me lo ha dicho en un momento dado mi pediatra - sin darme
argumentos válidos -, mi familia - sin darme ni argumentos, ni motivos serios
-, mi vecina - aduciendo que al niño no le es suficiente esta alimentación,
simplemente porque así lo había decidido ella - y conocidos que venían con unos
argumentos trasnochados)
- la educación de todo tipo: a lo largo de los años nuestra existencia estuvo poblada
de muchos familiares y amigos bien intencionados que nos advertían de distintos
"peligros" que podían aparecer como consecuencia de nuestra opción
educativa - desde falta de socialización y falta de títulos para los niños,
hasta falta de habilidades sociales, emocionales y académicas, y desde cómo hay que enseñarle ciertas cosas hasta aplicar castigos corporales - los agoreros no
suelen tener límites porque todo lo ven desde SU punto de vista y de SUS
intereses, no del del niño en cuestión o de los padres que lo cuidan, como sería
lógico.
- la orientación religiosa: también recibí consejos acerca de los conocimientos
religiosos que les daba a mis hijos, por muy extraño que pueda parecer.
- la alimentación: entre familiares y amigos he recibido miles de consejos
de cómo alimentar a mis hijos, cómo hacerles comer tal y cual comida (aunque yo
no deseaba hacerles comer algo en concreto), de lo dañinos que pueden ser
ciertos ingredientes o lo sanos que pueden ser otros.
- la manera de vestir de
los hijos ("ponle el suéter al niño que hace frío" - aunque el niño en cuestión esté jugando y esté bien; o al revés, "hace mucho calor, quítale la chaqueta" - y quizá el niño está muy bien con su chaqueta puesta)
- la salud (aquí ya ni hace falta dar ejemplos, estoy segura de que todos los padres han recibido consejos acerca de la salud de sus hijos - nosotros hemos recibido millones, desde luego)
Estos son sólo unos
ejemplos, pero hay muchos más.
Para mí la pauta a seguir
es que, siempre y cuando los niños están sanos, felices y no molestan o no
hacen daño a nadie (incluidos a sí mismos), la actividad que desempeñan no
puede ser dañina para nadie, aunque haya personas que den consejos contrarios.
Para poder hacerlo es necesario que nos informemos (de la ignorancia
partimos todos, ningún hijo viene con manual de instrucciones bajo el
brazo) y que usemos el sentido común (la lógica, la intuición, la
observación de nuestros hijos y el respeto hacia nosotros, hacia el niño y hacia los demás, evidentemente - aunque, repito, respetar a los demás no significa hacer lo que a ellos les parezca).
En definitiva, hay que
darles a nuestros hijos la importancia que tienen y dejar de intentar complacer
a los demás: no son ellos los que crían a nuestros niños, ni son ellos los que
deben regir nuestras vidas.
Los responsables somos
nosotros siempre, de nosotros mismos y de nuestros hijos.
Sorina, es reconfortarte leerte siempre. Me he visto tantas veces en las situaciones que describes ...
ResponderEliminarSaludos,
Sol.