viernes, 23 de diciembre de 2011

EL PLACER DE CRIAR


Hace un mes que nació mi tercer hijo, lo que no ha evitado que me hiciera preguntas y tuviera dudas durante el embarazo. En cuanto he tenido al bebé en brazos he sentido que volvía a un lugar conocido. Por su momentos mágicos y también por la realidad menos agradable: menos horas de sueño, poco tiempo para mí, demandas por triplicado, tareas interrumpidas por el llanto del bebé, más lavadoras...

Aunque esto era lo esperado, sin duda requiere un tiempo que todos los miembros de la familia nos reajustemos a la nueva organización, horarios, responsabilidades, al nuevo miembro.

Traer un hijo al mundo es un acto de amor y de generosidad, de entrega. Por eso los conocidos consejos “populares” sobre lactancia, sueño, contacto con el bebé, nos roban lo mejor: el placer de criar. Son los conocidos métodos para que el bebé duerma solo, tome biberón para crecer y alimentarse más y mejor, sepa estar solito... que muchas personas creen a pies juntillas y que nos recomiendan con su mejor intención. Ayer mismo llevaba al pequeño en la bandolera por casa, felizmente dormido él, y yo con los brazos libres para poder ordenar, jugar, cocinar... y me preguntaron si no dormía solo en la cuna. La pregunta volvió a pillarme por sorpresa y me pareció tan extraño que alguien pudiera pensar que un bebé quiera dormir solo durante horas...Los consejos y creencias comunes sobre cómo criar un bebé tienen de trasfondo la visión de los niños como pequeños chantajistas a los que hay que parar los pies desde que nacen, para que no nos tomen el pelo. Con esta actitud la relación con los hijos se va convirtiendo en una lucha de poder constante, porque interpretamos sus demandas como peticiones exageradas que usan para controlarnos... lo que acaba siendo cierto, ya que los niños tienden a cumplir las expectativas de sus padres.

Saber qué podemos esperar de nuestros niños según su momento evolutivo es fundamental para responder como ellos necesitan. Y sobre todo, hacer caso de nuestra intuición. ¿Quién no siente ternura cuando su niño se duerme en brazos? ¿O cuando le echa una sonrisa después de haberse saciado al pecho? ¿O cuando ríe a carcajadas si hacemos el payaso? Y cuando pasamos tiempo con ellos, en exclusiva, con la mente centrada en ellos y en el momento que estamos compartiendo, la relación fluye y todos nos sentimos serenos.

Cuando el bebé recibe amor y placer en sus primeras relaciones su psique aprende que puede sentir dichas sensaciones e intentará reproducirlas durante su crecimiento. Cuando interpretamos su llanto desde la intención comunicativa que tiene y atendemos la demanda, aunque no lleguemos a comprenderla, el bebé aprende a confiar en las personas que lo cuidan, aprende que tiene control sobre el medio, y eso le dará seguridad para afrontar retos nuevos más adelante, podrá confiar en sí mismo.

Esperar que nuestro hijo sea autónomo con tan poca edad es una pretensión irreal, puesto que el ser humano es por naturaleza dependiente durante mucho tiempo, y tarda más que cualquier otro ser vivo en madurar para vivir independiente. Pero recordemos que es por excelencia el animal social, que más necesita del otro, y que más feliz puede ser al compartir su vida con los demás.

Aprovechemos para recuperar el placer de criar a nuestros hijos y buscar la felicidad junto a ellos en un viaje apasionante y lleno de disfrute.

Mª Pilar Gómez San Miguel
Crianza en FamiliaEnlace

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