Hay clásicos que siguen de total
actualidad. Este es uno de ellos. Me pidieron en el colegio que lo
leyera, tardamos muchísimo en localizarlo, puesto que me he criado en un
barrio que más parecía un pueblo. La portada, como casi siempre, no me
llamó demasiado la atención, así que comencé a leerlo con la pesadez del
que tiene una tarea tediosa por realizar.
Pero resultó ser una de las lecturas que recuerdo con más cariño y emoción. Su protagonista es un niño llamado Tim. Un
niño más bien gordito, algo tímido y con la autoestima bastante baja.
Ya sabemos lo que significaba ser el rellenito de la clase.
Sus padres son bastante humildes, en
todos los sentidos. Se acerca el cumpleaños de Tim y sus padres le
prometen un regalo muy especial. Su padre es zapatero, con lo que se
pasa el día trabajando, para ganarse la vida, y horas extras por la
noche para poder terminar el regalo de su hijo a tiempo.
La imaginación de un niño puede llegar a
superar todas las expectativas posibles. Eso es lo que le pasó a Tim.
Recuerdo el pasaje en el que sus padres, muy emocionados, le entregan un
par de zapatos nuevos y una mochila, como su regalo especial. No solo
las lágrimas resbalaban por la cara de Tim, recuerdo mis ojos anegados también y ese nudo en la garganta que te impide incluso tragar.
Pero el regalo iba más allá. Era un
viaje para recorrer Alemania. Su padre se había fabricado también unas
sandalias para tal fin. De ahí su título tan peculiar, puesto que ambos
aventureros cambiarían sus nombres. Tim pasaría a llamarse Zapatos de
fuego, y su padre, evidentemente, Sandalias de viento.
Siguiendo una antigua tradición
germánica, tal como indica el libro, el padre arreglaría los zapatos de
los campesinos que, a cambio, les conceden albergue y comida en sus
granjas.
Este viaje enseña mucho más de lo que
Tim hubiese imaginado. Es un despertar precioso a la vida. La voluntad
de un padre para ayudar a que su hijo supere todos sus complejos
enseñándole a disfrutar de su día a día. Viviendo mil y una aventuras y
descubriendo lo maravillosa que es su familia.
Es uno de esos ejemplares que guardo con
gran cariño. Lleno de celo por todos los lados, a la prueba me remito,
puesto que ha sido leído y releído no se ya ni el número de veces. He
llorado, he reído, he disfrutado con él lo inimaginable. Ahora tendrá
otra nueva etapa, la de mi hijo, que algún día estará preparado para
vivir, junto a Tim, la maravillosa experiencia que esta historia nos
ofrece.
Publicado previamente en Alas en papel
Paloma M.
Escritora
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