A lo largo de los años me he encontrado
en ocasiones con la difícil situación de algunas parejas que no logran caer de
acuerdo en cuanto al rumbo que puede tomar la educación e instrucción de sus
hijos. En la mayoría de los casos, con pocas excepciones, se trata más de
madres deseosas de cambiar y probar pedagogías más innovadoras y
personalizadas, mientras que los respectivos padres se oponen sin siquiera
intentar entender esta necesidad de cambio.
La necesidad de cambio aparece porque los
niños no se sienten cómodos dentro del sistema convencional desde el punto de
vista académico, personal o incluso físico.
Es un tema delicado porque desde fuera es
difícil valorar la situación para poder ayudar de alguna forma, a pesar de que
estas madres piden apoyo y consejo a terceros en diversos foros
especializados.
Me gustaría recordarles a estas parejas
que tengan en cuenta el bienestar real de sus hijos, que si ellos no defienden
su salud y felicidad no hay nadie que lo puede hacer. Es decir, si es obvio que
el niño no rinde académicamente, que es apático y triste, o que incluso tiene
problemas psicológicos de otra índole que han aparecido después de su ingreso
en el sistema escolar convencional, los que deben apoyarlo y hacer cambiar las
circunstancias son sus padres... ambos. Son ellos los protagonistas de este
cambio y, si no tienen claro que el objetivo debe ser el mismo para los dos -
la felicidad de su hijo - quien más perderá va a ser obviamente el hijo.
Por desgracia vivimos tiempos en los que,
por razones ajenas al bienestar de los niños, se nos ha hecho creer que existe
un único modelo educativo, el ofrecido por las autoridades. Hay un gran
porcentaje de padres que realmente creen en la "bondad" de este único
modelo. Por eso quiero llamar la atención sobre un primer paso que se puede
hacer ante una diferencia de opiniones respecto a la educación de los
hijos.
El primer paso es sencillamente tener una
postura de precaución, no caer en la trampa de creerse el poseedor de la
verdad, ni en un sentido, ni en otro.
El segundo paso sería mantener la calma,
informarse y ver qué puede ofrecer la otra opción, la que tanto nos asusta en
principio: leer literatura de especialidad, entrar en contacto con personas que
ya utilizan esta opción, preguntar u observar.
Y el tercer paso consiste en volver a
hablar sobre el tema, pero esta vez con toda la información en mano y siempre
pensando en el bienestar - actual y futuro - del niño.
Conozco muchos padres cuyos hijos sufren
o simplemente aguantan en el sistema convencional porque los padres están
convencidos que este sufrimiento es "por su bien y por su futuro".
Sin embargo hay cada vez más investigaciones que corroboran algo de sentido común:
que un niño infeliz apenas tiene rendimiento académico y que su personalidad,
forjada en estas circunstancias adversas, lejos de mejorar o desarrollarse de
una forma equilibrada, se verá afectada de forma negativa, a corto, medio y
largo plazo.
Dr. Roland Meighan, profesor de Ciencias de la Educación, afirma que la manera de
aprender es igual de importante que los contenidos académicos estudiados
y, en efecto, la experiencia lo demuestra en todos los casos.
Por lo tanto el "bien" que se
le ofrece al niño puede ser más bien algo dañino, ya que no ofrece ningún tipo
de satisfacción: ni académica, ni personal, ni de otra índole.
Estos padres, en su afán de ver a su hijo
en la postura de ser "el mejor" o "de tener éxito en la
vida" después, de adulto, no se dan cuenta de que lo único que
logran es "hipotecar" la infancia, la felicidad y la salud de su
hijo. Evidentemente no es culpa de ellos - todos tenemos modelos mentales
pre-programados que vienen de muchas generaciones atrás y de presiones sociales
y culturales - pero es nuestra responsabilidad de padres desarrollar nuestro
discernimiento y habilidad de adaptación cambiando los modelos mentales
antiguos si ya no sirven. En definitiva se trata de relajarnos para poder
informarnos mejor y decidir con conocimiento de causa, sin dejarnos engañar por
la propaganda oficial o por las presiones externas; el desarrollo cognitivo no
es tan sencillo como simplemente imponer a la fuerza conocimientos académicos
preparados por "expertos" sin tener en cuenta las necesidades
educativas reales de los niños, y como padres debemos estar con la mente
abierta para apoyar de manera eficiente el proceso en su complejidad.
En este contexto es evidente por qué en
esta decisión de cambio importa tanto el apoyo ofrecido por la pareja; si
física y económicamente es posible hacer el cambio, el que sea, para mejorar la
situación de un hijo, pienso que sería una pena perder esta oportunidad, no
sólo desde el punto de vista estricto del menor, sino desde otro más amplio,
como familia con opciones importantes de crecimiento psicológico y
afectivo.
Por las razones que sean, hasta hace poco
ha habido poco interés en los procesos a través de los cuales ocurre el
aprendizaje y hay que apoyar al progenitor que desea indagar en este sentido ya
que los descubrimientos científicos han sido notables, sin embargo poco o nada
se ha implementado en nuestro sistema educativo convencional.
En nuestro caso concreto no me canso de
agradecer el voto de confianza que me ofreció mi marido cuando yo le planteé
hace 12 años la opción de educar en casa a nuestros dos hijos; tuvo sus dudas
(él tenía 55 años en aquel entonces, y es de admirar que mantuvo su capacidad
de adaptación tanto como para salirse de lo que a él le parecía un
"molde" preestablecido), pero con calma se puso a leer conmigo
literatura de especialidad, fue a visitar otras familias que educaban en casa y
no se dejó cegar o influir ni por prejuicios, ni por presiones sociales. Para
mí, como es de esperar, fue muy importante su apoyo inicial en la toma de la
decisión, y su apoyo posterior y continuado con el paso de los años, de tal
forma que nuestros hijos de 17 y 15 años, respectivamente, siguen educándose en
casa.
Nuestro objetivo fue y es común, la salud
y la felicidad de nuestros hijos, y hemos intentado consensuar la manera de
conseguir este objetivo teniéndolo siempre presente.
No es fácil, pero es posible si tratamos de
recordar que aprender es un acto transcendental igual que traer al
mundo un nuevo ser humano y es muy importante no sólo el proceso en sí, sino la
manera de desarrollarse; por ello insisto que el objetivo es tener un hijo sano
y feliz que dará un rendimiento de 100% en su aprendizaje aunque se lleve a
cabo de forma distinta a la convencional o a un ritmo diferente al esperado.
Gracias por este articulo; acabamos de cambiar de modelo educativo a nuestros hijos, del sistema convencional a otro centro de pedagogía alternativa y en las dos semanas que llevan ya se nota la mejora...
ResponderEliminarEn casa he sido yo, la madre,la artifice y causante del cambio, el padre accedio por "presion" mía, no podia soportar ver al crio mas tiempo así y aunque hubiera estado mejor el sistema en si no me parecia el adecuado.
Le he facilitado infinidad de articulos, videos, textos, ...y no tiene tiempo de leerlos, siendo así, que mas podia hacer?
poco a poco se va relajando al vernos a todos mejor pero ha sido muy duro...
gracias y besos
Tú tranquila, que el tiempo coloca todo, y va a ser para bien.
ResponderEliminarBesos