viernes, 21 de febrero de 2014

Entre cartones

Ahora que ya hemos dejado las Navidades atrás, puedo contar una bonita historia sin tener miedo de que me acusen de sentimentaloide... pero sí, esto pasó en Navidades. 

Un día salí a dar un paseo para despejarme  y tras caminar un rato llegué a una zona residencial: el día anterior había sido Nochebuena y los contenedores de cartón estaban a rebosar de restos de papel de regalo y de cartonajes de juguetes. Me fijaba en ellos porque me producen una mezcla de rabia y tristeza... tanto papel tirado, tanto dinero malgastado en juguetes que en muchas ocasiones serán olvidados en seguida...  Así que me di cuenta que había dos personas buscando entre los cartones, lo que me disparó aún más esos sentimientos. 

Sin embargo, según me acercaba me percaté que la escena era "distinta"... no veía lo que esperaba encontrar, gente necesitada buscando algo para comer, o para regalar. Eran un hombre y una niña de unos cinco año, vestidos con batas y zapatillas de andar por casa... la pequeña tenía ojos como de haber llorado y abrazaba un peluche de Peppa Pig. El que supuse su padre había separando unos cuantos cartones y estaba rompiéndolos... poco a poco me di cuenta que lo que estaba haciendo era rasgar las figuras de dibujos que había en los cartones (todos de Peppa Pig) para separar los personajes, que los estaba poniendo a un lado. 
Cuando pasé por delante, el padre y yo nos cruzamos una mirada de esas de pseudovergüenza y complicidad al mismo tiempo, y yo le ofrecí una navajita de esas plegables (yo siempre la llevo en el bolso, para pelar una manzana, atornillar algo suelto o cortar algo... las madres somos así) para que le fuera más fácil. Mientras yo le sujetaba los cartones y él cortaba las figuras me contaba, como justificándose: 
"Mira, le intentas regalar lo mejor de lo que te piden, lo más grande, lo más caro,  y al final resulta que con lo que les gusta jugar es con las figuras de los cartones."
Me estuvo contando que la niña había estado muy feliz con su muñeco hasta que vio que bajaban a la basura todo el cartonaje... al parecer en ese momento había querido quedarse con el embalaje y los adultos le habían dicho, con esa empatía que nos suele caracterizar en las relaciones con los niños, que para qué iba a querer eso, que no era más que basura, con los regalos tan bonitos que le había traído Papá Noël. La niña lloró y lloró hasta que su padre, entendiendo su pena, salió por la puerta de la cocina con ella, para cortar los cartones.
"Ahora el que se va a llevar la bronca voy a ser yo, ya verás", se reía el padre cuando me devolvía la navajita.
 Al despedirnos le dije que tenían mucha suerte, ambos. La niña, en unos años, se olvidaría del peluche, se perdería, se rompería o simplemente pasaría a otras manos. O quizá no... pero lo que nunca, nunca, nunca iba a olvidar lo que su padre hizo por ella esa noche y, sobre todo, todas las cosas que le enseño con su gesto.

Y ella, más tranquila, le dio a papá su cerdita, agarró los muñecos de cartón y se fueron hacia su casa, de la mano. 

Y tú ¿qué crees que aprendió la niña esa noche? Déjalo en "Comentarios" ;-)

Beatriz Coronas
A las madrigueras!

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