miércoles, 7 de mayo de 2014

Mudanzas y aprendizajes


A lo largo de mi vida me he mudado de casa, de ciudad y de país algo así como 10 veces. Diez casas en las que he vivido, todas muy distintas entre sí, algunas en el campo, otras en la ciudad, unas con jardín, otras simples pisos en edificios más grandes, unas en el centro de la ciudad, otras en la periferia... 
Casi siempre, sin embargo, nos hemos llevado gran parte de nuestras pertenencias con nosotros, quizá como un modo de sobrellevar el cambio sin grandes traumas y mantener el contacto con nuestras casas anteriores a través de nuestras cosas personales.
Reconozco que al principio cada mudanza me costaba emocionalmente mucha energía. Sentía pena, lloraba incluso, me dolía el cambio y el dejar atrás un sitio donde me había sentido bien, tenía miedo al pensar en el sitio nuevo - aunque también sentía esperanza -, y en fin, no lograba encajar muy bien el cambio. 
Pero a partir de la séptima mudanza algo se despertó en mí y de repente me di cuenta por qué sufría tanto cada vez y llegué a ser consciente de lo que puedo aprender de todo ello. 

Así que aquí va lo que aprendí con mis mudanzas:

1. Los cambios son cosas inherentes a la vida, sufrir con ellos no vale la pena. Lo mejor es aceptar que ocurren y sacar incluso lo mejor de ellos. Nuevos sitios, nuevas situaciones, nuevos amigos... siempre hay algo positivo en lo que vale la pena enfocarse cuando hay un cambio.

2. La tristeza que uno siente cuando algo cambia en su vida (mudanza, desaparición de personas importantes, alternancia de situaciones o de trabajo) casi siempre es el resultado de la pena por no haber disfrutado suficientemente de las situaciones anteriores al cambio. No haber aprovechado de forma consciente de una casa, de la presencia de un amigo, de una situación laboral o social, nos da esta tristeza cuando nos damos cuenta de que esto se acaba. 

3. Aprovechar al máximo y de forma muy consciente, muy presente, todo lo que nos regala la vida: una casa, un piso, la familia, los niños (también cambian con la edad y cada etapa tiene sus puntos maravillosos), los amigos, el trabajo, las excursiones, los viajes... Todo tiene sus ventajas y sus momentos mágicos, hay que aprender a verlos, primero, y luego a aprovecharlos. 
Y para esto hay que estar centrado en el presente, en el momento que se vive, no en el pasado, no en el futuro. 

4. Empezar a descubrir y a apreciar las cosas positivas que pueden coexistir con los aspectos negativos de una situación concreta. Hay que intentar ser muy objetivo; se puede incluso hacer un listado con los pros y contras de la situación y esto nos hará controlar mejor nuestra actitud frente a los problemas o a las ventajas de todo el conjunto. 

5. Disfrutar de todas las ventajas de forma consciente
- tomarnos unos minutos para alegrarnos que estamos sentados en un jardín sintiendo el aire, los olores de las plantas, el ruido de los insectos y los pájaros, la calma del entorno
- mirar con atención a nuestros hijos y ver lo guapos que son, lo alegres que son en un momento dado, las bromas o las reflexiones que comparten con nosotros
- salir al balcón de nuestro piso de la ciudad, mirar la vista que tenemos, ser conscientes de que tenemos la tienda de alimentación a pocos metros y no hace falta coger un coche para hacer la compra
- alegrarnos por tener una casa grande y por poder invitar de visita a varios amigos - a comer e incluso a pasar unas semanas con nosotros allí, como si estuviesen de turismo rural o cultural - si así nos apetece a todos y eso no supone mucho esfuerzo para nadie. 
- reflexionar sobre las ventajas y desventajas - de la situación que sea - y darnos cuenta de que nada dura en la vida. Y si dura o es porque no hemos hecho nada para cambiar, o nos da miedo... así que habrá que indagar por qué nos da miedo hacer un cambio que nos puede beneficiar. 

6. Depende sólo de nosotros y de nuestra actitud disfrutar o sufrir con una situación. Las personas más sabias que he conocido a lo largo de mis 10 mudanzas eran las que disfrutaban con lo "bueno" y aprendían de lo "malo" - lo entrecomillo porque a veces lo que es "bueno" para uno puede ser "malo" para otro y viceversa - y se quedaban tranquilos ante cualquier cambio tomándoselo con calma y sin ponerse nerviosos. No es fácil, pero es posible. El resultado es un mayor aprovechamiento de nuestras habilidades y percepciones y, la vez, de todo lo que nos rodea. 

Sorina Oprean

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