El astro rey, resplandeciente y vivo, trae consigo
una nueva actividad en la vida de los kidogandis. Parecen revivir con esos rayos
que el gran Sol les regala cada amanecer.
Como si de alimento se tratase, todos salen al
Tovanto, centro de reunión, y reciben así el calor del día, que no solo parece nutrir a todos los adultos, también las piedras que penden de sus cuellos se
iluminan con este ritual.
Y es que esas piedras no son normales. La magia de
los kidogandis reside en ellas. Su poder es sorprendente, pueden transformarles
en el animal que deseen. Pero para lograrlo, tienen primero que conseguir su
propia Piedra Mater.
Tendrán que realizar un largo recorrido para poder
alcanzar su destino. Es un trayecto al que sus ancestros llaman Levapen, viaje de
iniciación, en el que el joven kidogandi se convierte en adulto.
Por eso su Piedra Mater es tan valiosa y todos los
niños sueñan con el día en que lograrán la suya propia.
Pero el viaje es peligroso. Atravesar el Bosque
de las Turquesas es sencillo, podría incluso decirse que es confortable. Sin embargo, adentrarse
en el territorio de los etxucos es difícil y arriesgado.
Hasta hoy todos los kidogandis han regresado de su
aventura, aunque no todos han tenido la misma fortuna en el trayecto. No
obstante, aún cuando el contacto con los etxucos se limitase a
una mera sensación de que la tierra temblaba bajo sus pies, les suelen traer
malos recuerdos.
Extracto del cuento "El Bosque de las Turquesas"
Paloma M.
Escritora.
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