El tema del “ejemplo” no es la primera vez que sale en
estas páginas; ya se ha hablado en otras ocasiones de lo importante que es
tener en cuenta todas esas cosas que hacemos, generalmente sin darle mucha
importancia, y a través de las cuales transmitimos conceptos y actitudes. En
educación se llama “currículum oculto”; para la familia no existe un nombre
para definir este concepto, pero seguro que todos recordamos ese famoso anuncio
de hace unos años de :”si tú lees, ellos leen”. Las abuelas de antaño tenían el
concepto claro, pero lo aplicaban a la inversa ¿a nadie le han dicho eso de
“haz lo que yo diga y no lo que yo haga”? Pues eso.
La
mayoría de las familias tienen este concepto en su cabeza a la hora de afrontar
la educación de los hijos, se intenta dar ejemplo: papás y mamás se reparten
las tareas de la casa, se habla en voz suave, no se falta el respeto. Por
suerte, cada vez a más gente le llaman negativamente la atención algunos
comportamientos habituales en los que no se corresponde el mensaje emitido con
las formas, tal como el consabido: “¡¡TE HE DICHO QUE NO ME GRITES!!” o el
castigar con unos azotes cuando un niño levanta la mano.
Esto es
una buena noticia, el no centrar la transmisión de los conocimientos sólo en la
enseñanza explícita ofrece posibilidades casi infinitas para la crianza, que
tradicionalmente han estado ahí pero que se han visto aparcadas a causa del
auge del conductismo (el “conductismo fashion”, tal como lo define Rosa Jové).
Sin embargo, los padres no terminan de ser conscientes del tremendo poder, y a
la vez, enorme responsabilidad que supone ser ejemplos para las criaturas.
Sin
embargo me vienen a la cabeza en esta ocasión muchos ejemplos en los que las
madres o padres se ven enfrentados a situaciones a través de los cuales se
conforma la personalidad de nuestro hijo y que se desaprovechan a causa de los
propios miedos o carencias personales. Casi todas las madres, y seguro que
muchos padres que lean estas líneas se habrán visto enfrentados alguna vez, por
ejemplo, a alguna prueba médica de sus hijos en la que no le dejaran estar
presente, a alguna vacuna sobre la que pidieran más información antes de su
inoculación, o simplemente a la petición de más información sobre pautas
alimenticias, o incluso la defensa de una lactancia prolongada ante personal
médico (matronas, pediatras, enfermeros/as). Es muy probable que ante una
autoridad (y el entorno médico otorga ese poder a casi cualquier persona que
lleve una bata) la mayoría de los padres duden, titubeen o cedan ante algunas
peticiones que se hacen para mantener el orden hospitalario pero que no
necesariamente tienen en cuenta al menor (últimamente he escuchado casi de
todo, incluido un intento de traslado durante cientos de kilómetros a un niño
herido, con la excusa de que el seguro de las ambulancias no cubre al
acompañante). Los niños confían en sus padres, y tal cómo ellos confíen en su
criterio y sepan defender de forma asertiva sus derechos, así los menores lo
integrarán y lo ejecutarán en su vida cotidiana. No es lo mismo ser sometidos a
una prueba médica tras ver que sus padres han peleado su derecho a acompañarle
de forma razonada y equilibrada, que hacerlo dejando a sus padres llorando
desconsolados, o tras un enfrentamiento “feo” con el personal médico. No es lo mismo
estar solo que sentirse solo, de la misma forma que no es igual sentir dolor
que sufrir dolor.
De
todas formas, no hace falta esperar a tener un trance médico para poner a
prueba la capacidad de defender a los pequeños, cuantas veces, a diario, los padres
dudan cuando:
-
Hay
cierto conflicto en el parque y no se quiere intervenir pareciendo
excesivamente protector o exagerado.
-
Alguien
hace preguntas a los niños que le desagradan y no se cortan de raíz (“¿a quién
quieres más?”, “eres demasiado mayor para tomar teta”, o “si no me das un beso
me pongo a llorar y me voy con otro niño”)
-
El
maestro aplica métodos que van más allá del nivel de tolerancia de la familia y
se hace la vista gorda por no discutir.
No me
gustaría transmitir la idea de que siempre tengamos que salirnos con la
nuestra, pero sí hacer ver que tal cómo los niños vean resolver conflictos
incómodos, ellos van a ir interiorizando distintas oportunidades y modos de
actuación, cuántas más mejor, y así construir una personalidad sana y vital.
Beatriz Coronas, psicóloga
Maravilloso artículo, como todos los de esta mujer!!!
ResponderEliminarQue lindo y cierto, me encanto el de la escuela, nosotros nunca nos cansamos de pedir respeto a nuestros hijos, al no conseguirlo y descubrir el HS optamos por sacarlas. En nuestro caso ha sido la decisión mas acertada
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