viernes, 12 de abril de 2013

¿Crees que sabes cómo es tu hijo? Descubre el poder de las etiquetas



El mes pasado estuve en clase de mi hija mayor y en tres cuartos de hora con los niños pude palpar claramente que muchos niños tenían ya una etiqueta, conforme a la cual se comportaban ante sus compañeros: estaban los tranquilos y callados (a los que nadie molesta), los tímidos (los que se ponen colorados en cuanto un adulto pronuncia su nombre), los graciosos (que reciben las risas de sus compañeros aunque aporten ideas buenas y originales), los inquietos (que desconectan a los diez segundos de llegar a la clase y que son llamados al orden cada poco tiempo por sus maestros)...

El origen de las etiquetas que los adultos ponemos a los niños es variado, pero el beneficio que reciben de estas etiquetas es nulo; es más, el perjuicio puede ser temporal o para toda la vida. En ocasiones nos molesta su actitud o conducta y calificamos al niño en lugar de corregir la conducta o acompañarlo. Otras veces la conducta del niño es aparentemente positiva pero igualmente lo encierra en la cárcel de lo que todo el mundo espera de él.

Algunas etiquetas son evidentes: aquellas que califican con una palabra al niño, tonto, malo, listo, guapo, ... Otras son más sutiles y las emitimos sin apenas percibirlo: "Es una niña muy tranquila", "Pero mira que eres pesado", "¿Ya estás mintiendo otra vez?". Si observamos con detenimiento a un niño que recibe una de estas frases podremos darnos cuenta de cómo pierden casi automáticamente su actitud natural. Y si las ocasiones en las que el niño "merece" estos calificativos aumentan no es porque nosotros teníamos razón, sino porque necesita sentirse aceptado, tanto si es de forma positiva como negativa, así que empezará a comportarse tal como nosotros lo vemos.

Resulta que, tal como he comprobado en mi trabajo como docente, y acompañando a mis hijos en su crecimiento, es posible desmontar esas etiquetas y hacer que los niños se sientan libres para ser y hacer lo que necesitan en cada momento, que se superen por encima de las expectativas de los demás y de las suyas, y que se atrevan a probar cosas nuevas:
  • dejando de usar ciertas palabras concretas que cada niño ha escuchado muchas veces sobre él, sin calificar cada cosa que hace o deja de hacer
  • proponiendole actividades y colaboracion, olvidando lo que solemos esperar de el, dispuestos a dejarnos sorprender
  • rompiendo cliches mentales y dejando las clasificaciones de "bueno" y "malo" para todo lo que hacen los niños
Este trato que les damos a través de las etiquetas es injusto. En primer lugar porque son personas en formación y crecimiento que aún no tienen definido su carácter; y en segundo lugar, porque si somos honestos nos daremos cuenta que en ocasiones se "comporta" tal como nosotros lo hemos calificado, pero en muchos otros momentos no. Y en tercer lugar porque calificar a un niño es tener una visión muy pobre de lo que vale como persona, ya que su potencial, temperamento, actitudes, no se pueden definir con una sola palabra.

Mª Pilar Gómez, Conviviendo en Positivo
Mª Pilar Gómez es maestra, mediadora familiar y social, y está el frente de Crianza En Familia

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