El Poblado kidogandi hierve de emoción, dos jóvenes
marcharán en busca de sus anheladas Piedras. Es costumbre que partan en grupo,
dado que un solo individuo suele ser más vulnerable ante los peligros del
viaje. No solo la madurez se encuentra en uno mismo, lo que hace que el pueblo sea
más fuerte es su capacidad de colaboración.
La unión hace
la fuerza, como bien dice el refrán, pero la cooperación entre seres no es tan
fácil como parece. Los kidogandis aprenden esto desde muy pequeños, no hubiesen
avanzado tanto en su historia de no haber sido así. Ni tampoco habríamos
resistido nosotros, los seres humanos, tanto tiempo de no haber sido por su
ayuda.
Atxia y Atokón tienen que aprender mucho antes de
emprender su aventura, porque la esencia de un verdadero kidogandi es velar por
la naturaleza y por todos los seres que en ella habitan.
Todos tienen sus propios cometidos. Al nacer, la
Gran Madre kidogandi, les envuelve con su manto luminoso, mientras todo el
pueblo canta y danza, pidiendo al Gran Sauce fuerza, tesón e inteligencia para
el nuevo miembro. El amor, ya lo traen al venir al mundo.
Pero estos dones hay que fomentarlos. Desarrollarlos
hará que este pueblo siga tan vivo como siempre. Una gran familia después de
todo.
Extracto del cuento "El Bosque de las Turquesas"
Paloma M.
Escritora.
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