lunes, 9 de julio de 2012

El Bosque de las Turquesas IV




El Poblado kidogandi hierve de emoción, dos jóvenes marcharán en busca de sus anheladas Piedras. Es costumbre que partan en grupo, dado que un solo individuo suele ser más vulnerable ante los peligros del viaje. No solo la madurez se encuentra en uno mismo, lo que hace que el pueblo sea más fuerte es su capacidad de colaboración.

 La unión hace la fuerza, como bien dice el refrán, pero la cooperación entre seres no es tan fácil como parece. Los kidogandis aprenden esto desde muy pequeños, no hubiesen avanzado tanto en su historia de no haber sido así. Ni tampoco habríamos resistido nosotros, los seres humanos, tanto tiempo de no haber sido por su ayuda.

Atxia y Atokón tienen que aprender mucho antes de emprender su aventura, porque la esencia de un verdadero kidogandi es velar por la naturaleza y por todos los seres que en ella habitan.

Todos tienen sus propios cometidos. Al nacer, la Gran Madre kidogandi, les envuelve con su manto luminoso, mientras todo el pueblo canta y danza, pidiendo al Gran Sauce fuerza, tesón e inteligencia para el nuevo miembro. El amor, ya lo traen al venir al mundo.

Pero estos dones hay que fomentarlos. Desarrollarlos hará que este pueblo siga tan vivo como siempre. Una gran familia después de todo.


Extracto del cuento "El Bosque de las Turquesas

Paloma M.
Escritora.

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