No sé si el hecho de pasar por un sistema educativo tan compartimentado en áreas y cursos, si los miedos de los padres por el futuro de los hijos, si la influencia de los medios de comunicación en estos tiempo de crisis, si nuestras proyecciones sobre los menores para que tengan "un futuro mejor que el nuestro"...
La cuestión es que existe una especie de obsesión por el nivel de los niños en la escuela, por las notas, por las actividades extraescolares para complementar aprendizajes, por los deberes. Y con tanta obsesión estamos perdiendo de vista quiénes son los niños, quiénes son nuestros hijos: los convertimos de lunes a viernes en sujetos de aprendizajes evaluando su actividad escolar, igualando su valor como personas con su rendimiento académico.
Puede que por esa falta de perspectiva y esos miedos tan arraigados muchos adultos se sorprenden cuando hablo de la aficción de mi hija mayor por los caballos, de sus pequeños ahorros para actividades de equitación o para comprarse un caballo más adelante... como si fueran cosas de niños, fantasías, o cosas de adultos, impropias de un niño.
Y la verdad es que a mí no me preocupa en absoluto si conseguirá alcanzar ese sueño o no: simplemente en la medida de nuestras posibilidades apoyamos su inquietud y su iniciativa. Porque estamos convencidos de que puede alcanzar lo que ella desee, más allá de sus buenas o malas "notas". Porque creemos en el talento de cada niño, en que cada uno tiene habilidades y dones que despuntan muy pronto y que, bien acompañados, se convierten en aficiones y con el tiempo en el trabajo o actividad que hace vibrar a una persona y sentirse plenamente desarrollado.
No tengo ninguna duda de que mis hijos llegarán allá donde ellos quieran, que pueden dedicarse a lo que más les guste, que existen muchos modos de aprender, crecer y educarse, proyectar y aportar.
Me niego a definirlos por su comportamiento en la escuela, su capacidad para resolver problemas matemáticos o lo que tarden en aprender a leer.
Todos los niños tienen talento.
Maria Pilar Gómez San Miguel, madre, maestra y asesora familiar
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