Tras este largo parón invernal, en el que nos hemos tomado unas vacaciones (merecidas o no), casi que se agradece volver a la rutina diaria. Tantas salidas, las fiestas, las comilonas y un largo etc... hacen que deseemos volver a nuestro día a día.
Y que mejor que hablar de los regalos que estos días nos han traído. Yo solo me quedo con uno, que para mí simboliza el más grande de todos, un libro que mi hijo ha sido capaz de leer de principio a fin, él solo.
El título es lo de menos, podría haber sido cualquiera de los que tenemos en casa, que no son pocos. Lo más grande, que él, pese a su dificultad lectora (dislexia más concretamente), ha sido capaz de enfrentarse a una gran cantidad de páginas con sus letras y salir victorioso. Para todos aquellos que no nos conozcan aclararé que mi hijo ronda casi los diez años.
Con esto hago patente lo que siempre decimos, cada cual necesita su momento preciso para alcanzar una meta. No hay que desesperarse y tener siempre confianza en el proceso evolutivo de cada niño. Todos llegan al mismo punto, no debe ser una carrera por ver quien es más rápido, puesto que eso solo causa frustración e impotencia.
Leer antes o después no te hace ni más listo, ni más tonto, sencillamente no estabas preparado para ello. Llegará un momento en el que domine cualquier escrito, mientras tanto, disfrutemos de esos pequeños avances que, en nuestro caso, es todo un mundo.
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