En las últimas décadas, la sociedades y los estados han trabajado mucho para garantizar los derechos de los niños. Ya no se los ve como "objetos de pertenencia" sino como "sujetos de derecho".
Esto fue un paso gigantezco en el progreso de la humanidad.
Como padres, una de las principales responsabilidades que tenemos es la de enseñar a nuestros hijos a ejercer esos derechos... ¡y no es tarea fácil! porque conjuntamente con la enseñanza de que ellos tienen derechos, tenemos que asegurarnos de que san capaces de reconocer y respetar los derechos de los demás.
Practicar el ejercicio de los derechos en la intimidad de la familia es un excelente punto de partida. Y no sólo es un ejercicio para ellos, sino también para nosotros los adultos. A veces tendemos a desequilibrar la balanza, dejando que nuestros derechos queden sepultados bajo los derechos (o deseos, que no es igual) de nuestros hijos. Es importante hacer los reajustes necesarios para que aprendan que sus derechos terminan cuando comienzan los derechos de los demás.
Un ejemplo: Pablo está jugando en la sala. Salta de aquí para allá, gritando y aventando su pelota. Papá está durmiendo una siesta luego de una larga noche de trabajo. Podemos pensar que Pablo, como todo niño, tiene derecho al juego, entonces papá debe aguantarse los gritos y pelotazos... pero papá a su vez tiene derecho al descanso! En este caso lo mejor sería negociar que mientras papá duerme, Pablo realice actividades tranquilas o fuera de la casa, y cuando papá se levante pueden jugar juntos a la pelota. De esta manera se respetarían los derechos de los dos.
Como observamos en el ejemplo citado, para que los derechos de todos puedan ejercerse, es obligado que existan los límites. Sí, ya sé... da miedo la palabrita ¿no?
Muchas veces sentimos que poner límites a los chicos es incómodo y difícil, entonces no nos atrevemos a asumir esa responsabilidad. Y cuando sí lo hacemos, nos sentimos culpables.
Creo que el principal error que cometemos es transmitirles el concepto de "límite" como sinónimo de "prohibición", y no contemplamos la otra cara de la moneda, que supone todo aquello que ese límite "posibilita".
Un límite es también una posiblidad.
Por ejemplo, si quisiéramos jugar ajedrez pero no hiciéramos caso a las limitaciones que cada pieza tiene en sus movimientos, y moveríamos las piezas como nos da la gana, la posibilidad de gozar de una buena partida de ajedrez desaparecería.
Es muy importante que cuando pongamos un límite, expliquemos el sentido y la función de dicho límite, y jamás usemos un "porque sí" o "porque lo digo yo", porque sin explicaciones es lógico que el niño asocie "límite" con "prohibición", y no sea capaz de ver por sí solo las "posibilidades" que abre dicho límite.
Parece contradictorio, pero enseñar a vivir con límites es enseñar a vivir en libertad. El derecho a la libertad no es el derecho a hacer lo que se quiere en el momento que se quiere. Cuando construimos nuestra propia libertad, lo hacemos en diálogo con las normas y en confrontación con la autoridad.
Derechos. Límites. Libertad.
Enseñanzas tan importantes como aprender a leer o a sumar.
Enseñanzas que serán para nuestros hijos una gran herramienta que les permitirá manejarse con éxito en cualquier ámbito y en cualquier sociedad.
Laura Castellaro.-
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