Estas enamorada-enamorado, es la persona de tu vida, estás flotando en una nube de felicidad. Entonces comienza la convivencia, y las primeras situaciones incomodas. Dependiendo de la madurez personal de cada miembro de la pareja, esas situaciones pasarán de forma armónica o de crisis. Supongamos que la convivencia continúa, pero no con tanta "emoción" como al inicio. Se ve un pequeño deterioro, pero continúas, porque crees que vuestro "amor" puede superarlo todo.
Pasado un tiempo, decides que quieres tener un hijo/hija, o tal vez lo decida "el destino" por tí, y llegue como una sorpresa. Dónde antes habían unicamente "dos territorios", los de cada miembro de la pareja, se abre un nuevo territorio, el del bebé. Ahí aparecen nuevos movimientos de adaptación. El resultado de las primeras crisis de convivencia que hayas tenido, tienen la capacidad de predecir cómo se resolverán las siguientes. Si se han resuelto de forma positiva, es probable que en esta nueva "vida" haya un paso firme y decidido hacia la salud familiar. Hacia la fuerza. Pero si la primera parte de la convivencia ha dejado algunas cicatrices, o heridas "mal curadas" esta nueva adaptación las reabrirá. Y muy posiblemente se complicarán.
Entran en acción las creencias populares. La vida de pareja es difícil, la crianza es muy .... (poned en los puntos suspensivos lo que hayais escuchado, desde sacrificada hasta desagradecida), en todas partes "se cuecen habas", todos los matrimonios tienen problemas, etc. Puede que en este momento alguien sugiera una terapia, a veces uno de los miembros de la pareja, otras veces personas cercanas. Pero ahí comienzan a "pesar" otros condiconamientos y creencias. Desde cambiar es difícil, un psicologo/psicologa es caro, en realidad no sirve de nada, y muchos etc. Así que se retrasa esa visita. Se supera la situación con cicatrices, heridas abiertas, y heridas "cicatrizadas en falso".
El deterioro es evidente y va creciendo. En este caso pasa como en aquella adivinanza "qué cosa es, que cuanto más se le quita más grande es". La respuesta es el agujero. Y dicho agujero, también está en la pareja, el agujero de lo no hablado, de lo no comprendido, de lo no compartido. Cuantas más cosas guardas, cuantas más cosas tienes miedo de hablar, de compartir, más grande es ese hoyo. Si no se interviene a tiempo, dónde antes había una pareja, después solo queda un gran vacío. Y si está realmente "vacío", todo genial, puede que llegues a una separación poco traumática, una de esas llamadas amistosas. Pero otras veces, el lugar en el que antes existía una pareja, se ha llenado de resentimiento, dolor, ira, engaños, lágrimas, frustración, etc.
Cuando el lugar en el que antes existía una pareja, se han instalado las emociones negativas, paradójicamente, aún hay esperanza. En términos médicos, aún queda vida. Solo un hilito, pero aún hay vida. Pero cuando lo que queda es indiferencia, muy poco se puede hacer, salvo poner la esperanza de vida, algo así como a "usted le queda tanto tiempo de vida...".
Es evidente que es más fácil salir de un resfriado común que de una pulmonía. Y aún con pulomonía, más sencillo que de un cáncer. Y dentro del cáncer, más fácil cuanto antes se "acude". Esta regla tan común, pocas veces se respeta en la vida de pareja. A veces cuando me preguntan ¿crees que nuestra pareja tiene futuro?, en medio de una terapia, tengo ganas de responder con otra pregunta ¿para qué esperaron a estar al borde de la muerte?
Teresa García.
Psicologa clínica.
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