Desde antes de nacer mis hijos sabía que exponer a los niños a los idiomas les facilita su aprendizaje. Por eso quise que nuestra familia fuese bilingüe - hablamos siempre en español (el idioma materno de mi pareja) y con los niños desde que nacieron yo hablé rumano (mi lengua materna).
Por otro lado también quería impulsar el aprendizaje placentero de otros idiomas recordando mi propia experiencia de pequeña: aprendí el inglés no sólo por las clases de la escuela, sino, sobretodo, por las películas subtituladas que veía en la TV - desde películas de vaqueros, comedias ligeras, obras de teatro de la BBC, dibujos animado o dramas históricos hasta documentales o series de la BBC o las típicas telenovelas norteamericanas.
Evidentemente había también maravillosas películas rumanas, francesas, italianas, alemanas, checas, polacas, rusas, españolas, indias, pero todos sabemos que los países de habla inglesa son los grandes productores y distribuidores de este tipo de entretenimiento en Europa, con lo cual la mayoría de las pelis que veíamos estaban en inglés.
Lo interesante fue que, incluso sin llegar a hablar o a comprender los otros idiomas, el hecho de escucharlos con cierta frecuencia desde pequeña hizo que me resultara muy fácil reconocerlos o aprenderlos de mayor (como me ocurrió con el español y el francés a los que solo estudié de forma estructurada durante un año cada uno).
Así que desde siempre nosotros vimos películas subtituladas en casa y esta costumbre siguió igual después de nacer los niños. ¡Recuerdo cómo iba buscando siempre las cintas video originales de las pelis para niños en VO en las tiendas! (hablamos de los años 90 y poco después, antes de la época de los DVDs)
Reconozco que en nuestra actitud había algo más que facilitar el aprendizaje de un idioma, era toda una filosofía de respetar el arte del cine (tengo muchos amigos que disfrutan con las versiones dobladas, ¿pero acaso una película no está compuesta por imagen más banda sonora original igualmente? Si se le quita el sonido con la que se creó para reemplazarlo con otro ¿no es como adulterar la obra en sí?) y de familiarizarnos con otras culturas, otros sonidos, otras maneras de hablar....
Un día, estando en casa de unos amigos norteamericanos cuya hija de 4 años dominaba muy bien el inglés y el español, vimos que mi hija mayor (que tenia 6 años en aquel entonces) le contestaba en inglés siempre, a pesar de que la pequeña le hablaba en castellano.
Me quedé muy sorprendida porque no me había esperado, confieso, que las películas de dibujos animados en VO tuviesen tanta eficiencia y ¡en tan poco tiempo!
Así seguimos otros cuatro años y, cuando los niños cumplieron 10 y 8 años respectivamente, empezaron a ir media hora a la semana a hablar inglés con una nativa - las clases eran solo para conversar, le pedí a la profe que no les presione todavía con la gramática, sobre todo porque mi hijo era más lento y más tímido; poco tiempo más tarde mi hija misma me pidió comprar un cuaderno para aprender a escribir en este idioma.
Por razones de incompatibilidad de horarios, sin embargo, tuvimos que renunciar a las clases de inglés. Pasaron otros cuatro años en los que no hubo clases estructuradas, pero seguimos viendo pelis en VO en la TV - esta vez lo teníamos más fácil, porque ya habían aparecido los DVDs y empezamos a poner los subtítulos también en inglés. De esta forma lo que se hablaba en la película aparecía reflejado por escrito de forma correcta. Al que más le costó leer los subtítulos en inglés fue a mi hijo que se toma con más calma el tema de los idiomas.
Mientras tanto, en todos estos años, dio la casualidad que practicamos también activamente el inglés en ocasiones, o con amigos extranjeros o de viaje en otros países. Además mi hija se lanzó y empezó a leer libros en inglés poco a poco, sin presión alguna, simplemente porque así lo quiso; a mi hijo le cuesta todavía y no lee con soltura libros, pero ya está encantado de leer los subtítulos de las películas.
El año pasado decidimos que ya era un buen momento para empezar en serio con clases estructuradas; los niños contaban con 16 y 14 años de edad. Los matriculamos en los cursos de British Council - después de la evaluación de nivel que se hace al ingresar, a la niña la metieron en el grupo de FCE (que es un curso muy avanzado), al niño en un nivel un poco inferior, pero no en principiantes, y a mí en CAE (¡solo un nivel por encima del de mi hija, en la situación en la que yo estudié inglés de forma estructurada desde los 7 años en el colegio!).
La conclusión es que en nuestro caso el aprendizaje casi "involuntario" de este idioma funcionó estupendamente. Partimos de la base de que aprender un idioma se hace por dos motivos, por necesidad - para comunicarse - y por placer, como un juego. Otro elemento básico imprescindible es estar en contacto con la lengua respectiva el mayor tiempo posible, sin restricciones, pero sin obligaciones tampoco. Cuidamos bastante el tiempo que pasaban delante de la pantalla - es importante no transformar el aparato en una "niñera" - pero fuimos conscientes del gran potencial de esta herramienta como recurso educativo.
Para mí los elementos que ayudaron en nuestra familia fueron varios: la edad temprana de los niños, la constancia y la coherencia con una manera de ver los idiomas en su contexto cultural, la aceptación del aprendizaje en la primera fase como algo lúdico, placentero (la necesidad de comunicarse en este idioma no existía al principio) y la exposición sin limites al idioma, aunque en los primeros años fue mayoritariamente de forma pasiva. Sin embargo este aprendizaje pasivo en los años de la infancia facilitaron enormemente la asimilación eficaz y duradera de la lengua de tal forma que en los años de la adolescencia mis hijos emprendieron la cómoda tarea de estructurar y ordenar de forma más académica y seria todo lo asimilado anteriormente. Lo que se aprende con la TV no reemplaza del todo un aprendizaje activo, conversacional, con alguien nativo, pero en falta de ello, sienta una buena base, ya que constituye un contacto diario (aunque pasivo) con el idioma.
Los gastos seguro que fueron menores que si hubiesen estudiado oficialmente en una academia especial durante todos estos años y el esfuerzo consciente fue mínimo (el esfuerzo subconscinente fue máximo, pero los niños no lo notaron, se lo tomaron casi como un juego).
Aliento a cualquier familia que pruebe este método, no es caro, es eficaz (*) y es duradero.
(*) Doy fe de que el mismo método ha funcionado estupendamente en el caso de mi hija también con el japones - después de enamorarse del idioma al ver las películas de dibujos animados de Hayao Miyazaki, empezó a estudiarlo con una nativa (durante tres años) y ahora lleva ya un año matriculada en la escuela oficial de japonés, en un nivel avanzado, y aprovechando todas las ocasiones que se presentan para conversar con nativos.
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