viernes, 27 de abril de 2012

Emociones en familia





Hace unos días haciendo la compra escuché el llanto de un niño, al fijarme en él me pareció que tendría 3 ó 4 años, caminaba al lado de su madre agarrándola el pantalón y diciendo algo difícil de entender. Al pasar junto a mí la madre se agachó un poco, le retiró la mano del pantalón y le dijo: "¡No quiero saber nada de ti!¡Payaso!".

Me sorprendió el tono de rabia de la madre y procuré imaginarme en una situación en la que alguien me dijera esas palabras. No sé qué motivó el enfado de esa mujer, pero me pareció que su tono y su calificativo resultaban hirientes.

Nos molestamos porque nuestros niños se enrabietan, y esperamos que gestionen sus emociones de un modo proporcional, equilibrado, que no nos moleste en demasía. Y cuando la rabia nos inunda no somos precisamente ejemplo de gestión sana de las emociones; lo preocupante es cuando descargamos en nuestros hijos y les faltamos al respeto olvidando su dignidad. Muy a menudo los culpamos de nuestro descontrol ("¿ves?, ya me has hecho enfadar") cuando los responsables únicos de las expresión de esas emociones somos nosotros. Pensar que el equilibrio personal y emocional depende de lo que encontremos fuera es una trampa en la que caemos con facilidad porque nos parece una salida fácil. Sin embargo es esencial que tomemos el control y el timón de nuestra energía emocional puesto que es peligroso dejar en manos de otros o de las situaciones externas algo tan importante como es nuestro equilibrio emocional.

La vida familiar es plena y placentera cuando cada miembro de la misma se responsabiliza de sus acciones, sentimientos, emociones y pensamientos; cuando se permite sentir cosas desagradables y dolor; cuando expresa y se comunica genuinamente con los demás. Y ahí los adultos somos guía para los niños.

Maria Pilar Gomez San Miguel

1 comentario:

  1. Hola Azucena, me parece muy importante que se de mayor difusión al respeto de las emociones... casos como el que describes, creo que siguen siendo le "habitual". Ese maltrato permanente, y ese irrespeto, es algo a lo que yo difícilmente me podré acostumbrar, ya sea porque soy latinoamericana o por lo que sea, pero el trato despectivo y humillante que se ve a diario por acá... enferma!. Te cuento: hace dos semanas mi peque tuvo un episodio de llanto incontrolable en el súper, a raíz de un desencuentro con su hermano; yo intenté calmarlo, sin éxito, así que lo único que podía hacer era contenerlo entre mis brazos y decirle suavemente al oído que intentara calmarse... a todo esto, se me acerca un señor mayor que con un grito seco le dice a mi peque: Ey tu, porque no te callas! Vete a fumar! y me susurra al oído: "eso se le quita con un buen golpe de cachete"... yo no daba crédito... lo miré desconcertada... no pude ni reaccionar...

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