Los niños y niñas pequeñas, perciben a su padre y madre como si de un gran héroe se tratara. Corresponde a los adultos ir desmitificando esta idea poco a poco, por el bien de los peques, pero también por el bien de los adultos.
He visto, como parte de mi trabajo a muchas madres, destrozadas al comprender que le han hecho daño a sus hijos e hijas. Si ellas estuvierasn seguras y conscientes que no son perfectas, ese dolor podrían ahorrarselo, y esa energía quedaría libre, estando disponible en la solución de los errores.
Tenemos una herencia autoritaria bastante fuerte. Y la persona humana tiene tendencia a repetir aquello que no ha comprendido, a veces de forma inconsciente. En una sociedad autoritaria, como la que nos ha criado durante siglos, la autoridad está exenta de errores (por supuesto eso no es cierto). Eso se ve desde las familias, hasta las instituciones más altas. Es muy difícil corregir un error a alguien a quién se le supone "más autoridad" que la tuya. Por ejemplo, en una escuela, es muy difícil para un alumno, alumna, decirle a un profe que la corrección de un examen ha sido errónea. Recuerdo en segundo de BUP, un profe de ética que decidió ridiculizar mi "examen" (libre exposición) sobre la entrada de España en la OTAN. Mi posición en aquella época era contraria. Calificó mi examen con un cinco, y lo ridiculizó en la clase. Evidentemente su posición era a favor. Ridiculizó todos los puntos en los que yo basaba mi argumento, y me recomendó que leyera algunos folletos.
Cualquier niña-niño en esta circunstancia se encuentra en "inferioridad" de condiciones. Pero yo busqué el folleto que había leído, en el que basaba todos los puntos que yo argumenté. Me senté ante el profesor (a punto de jubilarse, por cierto) y le leí el folleto. Y como colofón le dije que los folletos van todos sin firma, y por lo tanto son igual de creíbles. Como resultado, supongo que porque hablé con él, la nota pasó a ser notable. Continuó "castigandome", porque siempre me ponía sobresaliente.
Lo interesante de esta anécdota es que la edad, no es sinónimo de perfección. Y el cargo tampoco. Y eso no es diferente para los progenitores. Así que los infantes, necesitan saber que los papis y mamis se equivocan, porque tarde o temprano lo descubrirán de todos modos. Y para los padres y madres, es un seguro emocional. Cuando has comprendido que no eres perfecto, la energía que usabas en la perfección y en las emociones que ocultaban los errores, es usada facilmente en encontrar las señales que indican al error. Y quién sabe el camino erroneo, ha hecho un recorrido y al menos ya comprende por dónde no ha de ir.
Una de las mejores herencias que disfrutarán vuestros hijos e hijas, será continuar usando los errores como estrategia de aprendizaje. De ese modo los sentimientos de culpa y de auto-castigo estarán desterrados de la vida de las mamis y papis. Y por imitación, estarán desterrados también en los niños.
La perfección se convierte de ese modo en un aprendizaje contínuo.
Teresa García.
Psicologa Clínica.
Sin Castigos
He visto, como parte de mi trabajo a muchas madres, destrozadas al comprender que le han hecho daño a sus hijos e hijas. Si ellas estuvierasn seguras y conscientes que no son perfectas, ese dolor podrían ahorrarselo, y esa energía quedaría libre, estando disponible en la solución de los errores.
Tenemos una herencia autoritaria bastante fuerte. Y la persona humana tiene tendencia a repetir aquello que no ha comprendido, a veces de forma inconsciente. En una sociedad autoritaria, como la que nos ha criado durante siglos, la autoridad está exenta de errores (por supuesto eso no es cierto). Eso se ve desde las familias, hasta las instituciones más altas. Es muy difícil corregir un error a alguien a quién se le supone "más autoridad" que la tuya. Por ejemplo, en una escuela, es muy difícil para un alumno, alumna, decirle a un profe que la corrección de un examen ha sido errónea. Recuerdo en segundo de BUP, un profe de ética que decidió ridiculizar mi "examen" (libre exposición) sobre la entrada de España en la OTAN. Mi posición en aquella época era contraria. Calificó mi examen con un cinco, y lo ridiculizó en la clase. Evidentemente su posición era a favor. Ridiculizó todos los puntos en los que yo basaba mi argumento, y me recomendó que leyera algunos folletos.
Cualquier niña-niño en esta circunstancia se encuentra en "inferioridad" de condiciones. Pero yo busqué el folleto que había leído, en el que basaba todos los puntos que yo argumenté. Me senté ante el profesor (a punto de jubilarse, por cierto) y le leí el folleto. Y como colofón le dije que los folletos van todos sin firma, y por lo tanto son igual de creíbles. Como resultado, supongo que porque hablé con él, la nota pasó a ser notable. Continuó "castigandome", porque siempre me ponía sobresaliente.
Lo interesante de esta anécdota es que la edad, no es sinónimo de perfección. Y el cargo tampoco. Y eso no es diferente para los progenitores. Así que los infantes, necesitan saber que los papis y mamis se equivocan, porque tarde o temprano lo descubrirán de todos modos. Y para los padres y madres, es un seguro emocional. Cuando has comprendido que no eres perfecto, la energía que usabas en la perfección y en las emociones que ocultaban los errores, es usada facilmente en encontrar las señales que indican al error. Y quién sabe el camino erroneo, ha hecho un recorrido y al menos ya comprende por dónde no ha de ir.
Una de las mejores herencias que disfrutarán vuestros hijos e hijas, será continuar usando los errores como estrategia de aprendizaje. De ese modo los sentimientos de culpa y de auto-castigo estarán desterrados de la vida de las mamis y papis. Y por imitación, estarán desterrados también en los niños.
La perfección se convierte de ese modo en un aprendizaje contínuo.
Teresa García.
Psicologa Clínica.
Sin Castigos
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