viernes, 19 de octubre de 2012

Proyectando




     Cualquier observador atento de relaciones y conversaciones maternales habrá escuchado en ocasiones afirmaciones similares a éstas:

  • “le quité la teta porque lo que tenía ya era dependencia, está más tranquilo así, es mucho mejor para todos”.
  • “nos estaba tomando el pelo porque sabía hacer pis en la baza pero prefería usar el pañal; se los quitamos y en dos días controlaba perfectamente”.
  • “está mucho más contenta si va un rato a la guardería que si la tengo conmigo, se entretiene más y está más tranquila el resto del tiempo”.


     No por el hecho de que una afirmación se repita una y otra vez se convierte en verdadera porque sí, y los ejemplos anteriores llegan a ser absurdeces admitidas, repetidas, valoradas y usadas como explicación, similares a “es mejor que se te adelante el parto porque con un bebé pequeño es más fácil” o “no pasa  nada si te vas unos días, total ni se enteran”…
Rebeca López Noval Kisikosas

     La única realidad es que cada diada mamá-bebé, cada familia, cada circunstancia, son únicas. Criar no es fácil, no son matemáticas y deberíamos huir de algunas soluciones que se venden como panaceas. En ocasiones, demostraciones científicas son capaces de demostrar lo que supuestamente “es mejor”,  pero esa bondad no significa que sea lo mejor para cada familia. Quizá, por ejemplo, dar el pecho hasta que el bebé se destete por sí mismo es lo mejor (estudios antropológicos explican que la edad natural del destete es alrededor de los seis años*), pero condicionar obligatoriamente a eso a una madre trabajadora, separada, con dos hijos lactantes y con su familia lejos (por decir algo), quizá no le acerque al estado de ánimo necesario para ser una madre capaz de contener. Aquello que valoramos como “mejor” debería ser la dirección en la que se ha de tomar el camino, y no sólo la meta. No hay que llegar a toda costa o de cualquier manera, sino que después de haber meditado y valorado cuidadosamente una opción, deberíamos aproximarnos a ella, parándonos a valorar si merece la pena seguir por ahí o conviene cambiar de rumbo. Pero para eso, es imprescindible que exista una buena capacidad de escucha y auto-observación… Las madres, los padres, deberían ser capaces de preguntarse: "lo que sucede ¿le pasa de verdad a mi bebé, o creo que me pasó a mi niña interior y lo pongo en ella?"

     Se ha comentado en esta sección varias veces la necesidad de que las madres desarrollen su potencial  de escucha, empatía y lucha. Los grupos de apoyo y las asociaciones están muy bien, pero se debe acudir a ellas con la intención de que supongan  ayuda, no de que hagan el trabajo personal de cada una. Añado otra necesidad adicional: que las madres (principalmente, pero no sólo) puedan ser capaces de permanecer atentas a sus propias necesidades y situarlas de manera justa en su historia de crecimiento personal, para poder dar una respuesta adecuada a las demandas de las criaturas. Sólo así se puede aprehender terceros lo necesario para continuar andando y acercarse a lo que se ha elaborado como adecuado.

     El problema de aceptar una verdad como absoluta sin pararse a pensar en cómo afecta al clima familiar general  y, particularmente, a cómo remueven todos esos escudos que en su día se erigieron, es que no se tienen herramientas adecuadas para encontrar variaciones personales cuando algo no sale como la teoría supone que tiene que salir. También pasa cuando se toma una decisión sin meditar mucho, o haciéndolo porque la mayoría lo hace igual, aunque rechine.

     Cuando una decisión tomada respecto a los hijos resuena o molesta en ocasiones se toma la vía rápida: se “explica” según la mirada adulta, y se actúa en consecuencia. Si eso choca demasiado contra lo que se hacía hasta entonces, aparecen las justificaciones, aparece la CULPA.

     Si ante una decisión difícil se opta por mirar al niño desde la mirada del niño, desde su altura y su momento de desarrollo, se explicará de otra forma. Y esta otra forma puede ser analizada y negociada; se puede llegar a la misma actuación que en el caso anterior pero, no harán falta justificaciones, no harán falta excusas… aparece entonces la RESPONSABILIDAD (y la asunción de la misma, que no es igual que la culpa) y se abre el camino para mantener una relación con los hijos sana. Sobre los ejemplos anteriores: 

  • ¿Cómo fue el destete de esa mamá? ¿lo eligió o se lo impusieron? ¿se lo explicaron, al menos? ¿de verdad en la actualidad es autónoma e independiente? ¿tiene buena relación con su marido, se lleva bien con su madre?
  • ¿A esa madre le preocupa que le tomen el pelo? En su vida cotidiana ¿siente que se quieren  aprovechar de ella? Su hermano, un político, el vendedor de coches ¿es capaz de decirles que no?
  • ¿Es mejor un bebé tranquilo que uno capaz de llamar la atención por sus propios medios? ¿Le reprocharon a ella que era inquieta? ¿Está desbordada, no hay actividades que pueda dejar de hacer?



* Stuart McAdam, P., Dettwyler K.A. (Eds.): Breastfeeding: biocultural perspectives. Aladine de Gruyter, 1995.

Beatriz Coronas, psicóloga.
A las madrigueras!

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