Es un hecho histórico que el hombre se educa o educa a otros desde hace siglos. Ya los egipcios enseñaban en las escuelas del templo no sólo religión, también los principios de la escritura, ciencias, matemáticas y arquitectura. Y en cualquiera de las sociedades contemporáneas encontramos educadores, instituciones educativas y teorías pedagógicas. Pasamos gran parte de nuestra vida aprendiendo en un colegio o en casa, en un centro de formación profesional, una escuela de artes, una universidad, a distancia, on-line...
Así pues, la cuestión educativa es eje de la sociedad, porque ésta busca dar oportunidades a todos los individuos para que se desarrollen plenamente, para que sirvan y aporten a la sociedad. Nuestro país sabe bastante de esto, ya que ha sufrido varias reformas educativas desde el comienzo de la democracia. Ahora mismo está en marcha la tramitación del anteproyecto de ley orgánica para la mejora de la ley educativa en España, tras la presentación de un primer informe al Consejo de Ministros el 29 de junio. La Secretaría de Estado de Educación solicitó la colaboración de toda la comunidad educativa facilitando un correo electrónico, y casi 1000 personas enviaron sus propuestas.
Me he tomado tiempo en leer el anteproyecto de ley y las propuestas que hacen profesores, padres, madres, alumnos, directores, jefes de estudios, familias que educan en casa y muchas otras personas implicadas en el mundo educativo. En el anteproyecto se habla a menudo de la necesidad de mejorar la empleabilidad de los alumnos como un modo de aumentar la competitividad y permitir el crecimiento económico; también hay referencias constantes a los datos de fracaso escolar y de los resultados insatisfactorios de los últimos informes PISA. Pese a que se reconoce que los estudiantes tienen TALENTO y diferentes aptitudes que requieren de reconocimiento para optimizarlas no hay propuestas ni medidas claras al respecto.
Las propuestas que he encontrado en el documento hablan de itinerarios, de formación profesional, de TIC, de carga lectiva en materias instrumentales, del cumplimiento de objetivos educativos en cada etapa... y muy poco de libertad, de preparación de ambientes, de formación del profesorado, de respuesta a intereses de los alumnos, de motivación.
Así las cosas me surgen algunas preguntas que os planteo también a vosotros, porque está en juego la felicidad de nuestros hijos, su desarrollo integral y el futuro de nuestra sociedad:
-¿la escuela forma personas capaces de pensar y libres o personas dispuestas a obedecer?
-¿cuáles de las propuestas del anteproyecto de ley sirven para que las personas aprendan a tomar decisiones?
-si la educación se reduce a obtener buenos resultados en las pruebas de evaluación al final de cada etapa formativa (una novedad respecto a la ley educativa actual), ¿dónde queda el proceso que realizan los niños y adolescentes?
-¿el objetivo de la educación es que los niños puedan encontrar un trabajo en el futuro?
La respueta a estas preguntas no es baladí. Moldeamos a la infancia, la obligamos a cumplir normas y patrones estereotipados, los asustamos con nuestros miedos de empleo fijo, sueldo asegurado, posición social y prestigio, profesiones, organización vital...
Por contra nadie pregunta a los padres qué queremos que aprendan nuestros hijos, nadie pregunta a los niños qué les interesa aprender, qué les motiva. ¿Hasta qué punto podemos decidir por ellos cómo van a ser más felices en el futuro y ahora mismo?
El mundo hoy es inmenso, no en tamaño, sino en posibilidades, en intercambios, en desarrollo, en conocimientos, en disciplinas, en dedicación profesional, estilos de vida, en servicios a la comunidad. Por mi parte haré todo lo que esté en mi mano para que mis hijos crezcan sin miedos e insatisfacciones heredadas, sin falsos condicionamientos de lo que pueden hacer y ser, peleando por una educación al servicios de los niños.
Os dejo con una frase de Rousseau que responde al título de este post "Educar ¿para qué?":
“Vivir
es el oficio que quiero enseñarle. Al salir de mis manos
no será ni
magistrado, ni soldado, ni sacerdote, será un hombre primeramente.”
Maria Pilar Gómez San Miguel
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